Ritual de Meditación
Hace unos días propuse a los seguidores de Mágico Despertar de Facebook el reto de 21 Días de Meditación en Silencio y como hay algunas personas
que me dicen que no llegan a concentrarse o a conectar con ellas mismas y les
está costando llevar a cabo este reto, he decidido explicaros cómo medito yo, por si os
es de alguna ayuda y os puede servir de referente. Iba a publicar esta entrada como el soporte del día 6, que es en el que nos encontramos hoy, pero como se ha extendido tanto, he decidido publicarlo aquí y ponerlo de enlace en Facebook.
Os voy a dar las pinceladas
de una rutina que me funciona bastante bien. Después, dependiendo del día, de
mi estado de ánimo, de las energías que se muevan o cómo yo las perciba, de la fase
lunar en la que me nos encontremos y de mi propio ciclo lunar…, hago algunas modificaciones, pero la base
siempre es la misma.
Recordemos que Meditar significa estar presente en un estado de consciencia de paz y armonía.
Suelo meditar cuando me levanto, ¿por qué? Porque
es el momento en el que mis ondas cerebrales están menos activas y eso reduce
el hecho de tener que “pelear” con mis pensamientos, amén de estar mucho más
receptiva a las energías. Si alguna vez no puedo hacerla por la mañana, la hago
por la noche. He probado en distintos momentos del día y de la noche para ver
qué me funciona mejor, te insto a hacer lo mismo, porque digan lo que digan,
nuestro cuerpo nos habla y tiene sus preferencias. Tenemos que acostumbrarnos a
escuchar a nuestro cuerpo y hacer lo que sintamos que va bien para nosotros al
margen de las recomendaciones de los demás. Hacia el final del artículo os cuento lo que hago
si mi cuerpo está alterado y necesita que le preste atención antes de empezar a
meditar, porque de lo contrario, sé que no me va a permitir hacer la meditación del modo más adecuado.

Mi Ritual de Meditación:
Me siento en una silla o en mi zafu orientada siempre
hacia el este. Ya sabéis que el Sol sale por el este y por ello este es el
punto por donde entra la energía al Planeta Tierra.
Compruebo que mi espalda esté recta, porque será a través
de mi columna vertebral que la energía circulará por mi cuerpo, si la energía
encuentra obstáculos, se estanca y no hay un buen riego ni energético, ni de
oxígenación para mis células. Mis manos, sin decirles nada, se apoyan sobre mis muslos con las
palmas hacia arriba y dibujan un mudra.
Los pies están bien asentados sobre el suelo. Y si algún
día medito en el zafu o en el sofá de casa, imagino que mis pies están pisando suave
y firmemente el suelo, que simboliza la conexión con la Madre Tierra.
Cierro los ojos y hago tres respiraciones profundas para
calmar mi cuerpo y empezar a conectarme conmigo misma. Cojo así el ritmo de mi
respiración. Lo que mejor funciona para mí es quedarme en esa respiración. Inhalar,
apnea, exhalar, apnea. Y así durante unos 20 minutos.
Una vez que he hecho las tres respiraciones profundas y
he conectado conmigo a través de mi respiración, hago el siguiente ejercicio,
que no me lleva más de un minuto o dos.
Imagino que desde las plantas de mis pies crecen unas
hermosas raíces que van atravesando todo lo que encuentran hasta llegar a la
Madre Tierra y encontrar su propio centro. A través de esas raíces me conecto
con la Madre Cósmica y le entrego toda la energía que hay en mi cuerpo que por
alguna razón no está en armonía. Le pido que la transmute para que esa energía
pueda volver a mí, la energía que sí es mía y me corresponde a mí, vuele
armonizada a mi cuerpo a través de esas hermosas raíces que me siguen
conectando con la Madre. Le agradezco por hacer este trabajo para mí, como
Madre que me cuida, me apoya, me da cobijo y me sustenta.
Entonces llevo mi atención al chakra corona que se
encuentra a unos 20 centímetros aproximadamente por encima de mi cabeza y me
conecto con el Padre Cielo. Siento como miles de partículas doradas descienden
sobre mí. Es la energía del Padre, la energía de lo nuevo. Y me abro a recibir
esa energía que me “obliga” a soltar lo viejo para que en mí pueda anclarse lo
nuevo, aquello que el Universo sabe que necesito. Pido ayuda, si lo estimo
oportuno, para practicar ese desapego y soltar lo que ya no tiene que estar
conmigo. Esto también es lo que llamo energías “discordantes” o “disarmónicas”,
que son las que le entrego a la Madre Tierra para que las transmute con su
llama violeta. Ella me devuelve “limpias” las que me corresponden y envía a las
que ya no lo hacen donde ella considera que deben estar. Agradezco tanto a lo
que se va por todas sus bendiciones y enseñanzas, como a lo que llega para
enriquecer mi vida.
Y así, conectada en un par de minutos con la energía de
la Madre Tierra y la del Padre Cielo, me convierto es ese Puente de Luz, en esa
energía Divina y Sagrada que une la Tierra con el Cielo. De ahí, que en el blog
podáis leer debajo de la imagen que representa el paso de las estaciones y que
cambio en cada una de ellas: “Somos Puentes de Luz que unen la Tierra con el
Cielo”.
Ahora ya estoy preparada para mi meditación. Para centrarme
totalmente en mi respiración e ir acompañándola durante los siguientes 20
minutos.
Os explico un poquito sobre el tipo de respiración que
utilizo. Se trata de la respiración abdominal o diafragmática, la que hacemos de forma natural
hasta que cumplimos los 3 años y que utiliza el diafragma para respirar. Eso
significa que al inhalar, el aire que cogemos no se detiene en los pulmones, si
no que pasará por el diafragma hasta llegar al abdomen. Este tipo de
respiración, más profunda y pausada nos ayuda a reducir el estrés, al reducir
el consumo de oxígeno que el cuerpo necesita, hace que la sangre sea menos ácida y que se active así la
relajación del sistema nervioso. Las puertas que bloquean el nervio vago, el
nervio craneal más largo, se abren restaurando las funciones de crecimiento
orgánico, el cuerpo reabsorbe las hormonas del estrés y otros neuroquímicos más
beneficiosos comienzan a liberarse como las endorfinas, dopamina, oxitocina,
serotonina, acetilcolina. Esta respiración abdominal hace que el sistema
nervioso entérico que se encuentra en la barriga (segundo cerebro del cuerpo) ordene
a las neuronas estomacales que produzcan benzodiacepinas naturales (relajantes
ansiolíticos endógenos) que inducen el sueño y descontracturan los músculos. Los
músculos se relajan, la presión arterial y el ritmo cardíaco disminuyen, el
sistema inmune se reactiva y el cerebro entra en coherencia con el corazón. Nos
sentimos físicamente descansados y mentalmente despiertos. Todas estas cosas
suceden en 3 minutos de respiración abdominal o diafragmática. Por todo ello,
es importante que sea esta respiración la que practiquemos siempre, pero sobre todo durante la
meditación o cuando necesitemos relajarnos.
No me suelo poner ninguna alarma para saber si ya llevo el tiempo
necesario meditando porque mi cuerpo me avisa cuando es el momento de terminar.
Pero si no es tu caso, ponte un llamador para que te diga que ya han pasado esos
20 minutos. Puedes estar más tiempo y
también menos, pero mi consejo es que te vayas regulando hasta alcanzar los
20/30 minutos al día.
¿Qué pasa con los pensamientos? Pues que están ahí, no
dejan de llegar, pero al no alimentarlos acaban marchándose. Por ejemplo esta
mañana mi mente decía: “Hoy voy a escribir un par de artículos sobre la Luna,
fases lunares, ciclos de la mujer…”. En lugar de alimentarlos diciendo: “Perfecto,
voy a enfocarlo así. Primero voy a hablarles de…, después voy a contarles esto
otro… Cotejaré la información con los libros sobre la luna que compré el otro
día, me va a servir mucho para…”. No hago nada de todo eso, sí, hoy voy a
escribir sobre la luna; y dejo pasar el pensamiento. Cuando acabe la meditación
tendré tiempo de planificar cómo voy a hacer ese artículo, qué quiero que
contenga, aquello que considero que es esencial y no puede faltar…
Después de la Luna, me llega el pensamiento de escribir
estas líneas para ayudaros con la meditación a aquellos que me comentáis que os
está resultando difícil. Y hago lo mismo, dejo pasar el pensamiento sin
alimentarlo, sin juzgarlo, sin ir más allá de observarlo y dejarlo marchar, y vuelvo
a centrarme en mi respiración, porque seguramente cuando llegó el pensamiento me
desconecté por unos segundos de ella.
Hay muchos trucos para no entrar en el juego de la mente,
se la puede distraer de muchas formas, yo suelo utilizar la de centrarme todo
el tiempo en mi respiración. Al inhalar escucho como el aire entra en mi
cuerpo, pasa de mi nariz (que regula su temperatura calentándolo) a mi interior
hasta llegar al diafragma y noto como se hincha mi estómago. Después de una
pequeña pausa, el aire vuelve a salir por mi nariz vaciando mi estómago, mi
pecho y mi nariz; y vuelve la pausa. Los pensamientos siguen llegando, pero al
no darles espacio porque estoy centrada en la respiración, acaban marchándose
sin más.

Otro truco que os comenté es centraros en la llama de una
vela. Antes de empezar con la meditación, cuando preparéis vuestro espacio,
prended una vela, la llama tiene que quedar a la altura de los ojos. Se trata
de mirar fijamente a la llama y al centrar en ella nuestra atención, así la
quitamos de los pensamientos y estos, aunque sigan estando ahí, acaban
desapareciendo para nosotros porque estamos centrados en otra cosa. Si los ojos
acaban por cerrarse, visualizaremos esa llama en nuestro entrecejo, y pondremos
nuestra atención allí, en el tercer ojo interno.
Visualización, podemos imaginarnos en un jardín, o en
aquel lugar donde nos guste mucho estar, eso también nos ayudará a relajarnos.
Yo, cuando empecé a meditar hace ya muchos años, me iba a un bosque que solía
frecuentar cuando estuve viviendo en Irlanda. Era un bosque muy cercano a la universidad
donde estudiaba, de hecho tenía que atravesar el bosque dos veces al día para
llegar a mi facultad y volver a casa. Tenía un pequeño arroyo con un diminuto
puente de madera, la energía se movía de forma mágica, los seres feéricos
estaban por todas partes,… En aquel lugar yo perdía la noción del espacio y el
tiempo y conectaba con mi propia alma, recibía mensajes y aprendí a vivir de otra
manera, con más conciencia y más conectada con mi propio ser y todo cuanto me rodea... Bueno, que me entusiasmo, solo deciros que aquel bosque, que en
aquella Isla Esmeralda tan solo era un “parque”, cambió mi vida.

También podéis centraros en recitar un mantra acompañando
a nuestra respiración. El más conocido, el sonido OM, que se pronuncia “Aaaaauuuuumm”,
o bien “Oooooommm”. Se dice que el OM es el sonido primigenio del Universo, de
él derivan el resto de sonidos y lenguas.
Sea el
momento del día que sea cuando voy a meditar y siento que mi cuerpo está
demasiado activo y que si no hago algo, no voy a poder hacer la meditación, hago
un ejercicio de relajación del cuerpo. Pues con el tiempo aprendí que para que
el cuerpo te dé tregua, hay que prestarle la atención que merece y darle el
agradecimiento que le corresponde.
Me acomodo igualmente en mi silla o en el zafu, hago las
respiraciones pertinentes de las que os hablé antes y cuando ya estoy conectada
con mi respiración vuelvo mi atención hacia mi cuerpo. Empezando por los pies,
voy relajando cada parte de mi cuerpo y le voy agradeciendo por el servicio que
me presta, por ejemplo, centro mi atención en los pies y les digo: “Queridos
pies, os doy las gracias porque es por vosotros que puedo caminar y moverme
libremente a todas partes. Ahora es momento de que os relajéis después de todo
el día prestándome servicio.” Los muevo ligera y lentamente mientras les hablo…
y voy ascendiendo por mi cuerpo de este modo, agradeciendo a todas sus partes: tobillos, piernas, rodillas, muslos, caderas, hombros, brazos,
muñecas y manos; paso al troco, espalda, lumbares, dorsales, parte alta de la
espalda, cuello, cabeza y mente. También podemos incluir los órganos internos.
Mucha atención a las articulaciones, ya que son
extremadamente importantes porque son las
que dan movilidad a nuestro cuerpo. Por tanto, cuando vayamos haciendo ese
barrido de abajo hacia arriba de nuestro cuerpo, ponemos especial atención en
tobillos, rodillas, caderas, hombros, codos, muñecas y el cuello. Podemos hacer
un movimiento rotativo de unos segundos cuando los mencionemos para ayudar a su
relajación.
Una vez que siento el cuerpo armónico, sé que ya no me va
a molestar ni a reclamar mi atención.
Entonces hago el ejercicio de conexión convirtiéndome en
ese Puente de Luz entre la Tierra y el Cielo y vuelvo el resto del tiempo a mi
respiración.
Y esa suele ser mi meditación diaria.
Durante este proceso de concentración en mi respiración,
a veces pasan cosas mágicas. Pero no vayas con una idea preconcebida sobre lo
que pueda pasar o no. Permite que la vida te sorprenda y te muestre aquello que
tú debes ver, porque cada uno tenemos un propósito de vida diferente y si vamos
con expectativas porque alguien nos dijo que durante sus meditaciones le pasa
esto o aquello, si a nosotros no nos pasa nada de eso vamos a pensar que no lo
estamos haciendo bien, o que no valemos para ello, o que por qué a nosotros no y a otros sí…
Solo medita, porque desde el primer momento que levantaste
la mano y decidiste aceptar este reto, la magia ya está teniendo lugar. Y es
que son esas pequeñas cosas que pasan desapercibidas y que no vemos porque nos
parecen cotidianas y normales las que prenden la chispa de la magia. Es por
ello que mi recomendación es: “Medita y presta mucha atención a lo que ocurre en
ti, pero sin apegarte a los resultados”.
Bien, pues esto era lo que quería compartir con vosotros,
como os he dicho al principio, al hacerse demasiado largo, he pensado publicarlo en el blog como un
ejercicio de meditación. Así más gente podrá acceder a él si lo necesita.
Para quienes lleguéis aquí en cualquier momento de
cualquier día y desde cualquier lugar, os invito a uniros a esta práctica de meditación de 21 días, que es el tiempo que se dice que el ser humano
necesita para adoptar un nuevo hábito. Si lees el artículo ahora y quieres unirte, será
perfecto haya pasado el tiempo que sea desde que iniciamos con esta práctica,
tan solo tendrás que empezar hoy con tu día 1 y seguir para el resto de tu
vida.
Deseo de corazón que os sirva esta experiencia como base para que
podáis crear las vuestras propias.
©Paqui Sánchez

©Paqui Sánchez