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Somos puentes de Luz que unen la Tierra con el Cielo

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viernes, 8 de noviembre de 2019

EL REGALO DE NOVIEMBRE


 
El regalo de Noviembre

Noviembre nos invita a reflexionar, a caminar un poquito hacia nuestro interior y ver qué partes de nosotros mismos no están en equilibrio, a decidir qué nos gusta de nosotros y qué no nos gusta tanto, qué hemos de desechar porque no nos hace bien y qué nos conviene seguir conservando. Nos induce de una u otra forma a transmutarnos, es decir, a transformarnos, a cambiarnos a nosotros mismos, como si pudiéramos “limpiarnos”, que de hecho, podemos y debemos hacerlo. Esta sería la “muerte” de la que hablaban los antiguos pueblos celtas. Hay partes de nosotros que han de morir, para que podamos volver a renacer con una mejor versión de nosotros mismos cada vez. Es momento de transitar la oscuridad, la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz, para renacer en la estación de la luz de nuevo.

Este mes nos regala la oportunidad de analizar de dónde venimos y hacia dónde vamos, ya que solo cuando estamos en paz con nuestro pasado, no necesitamos proyectar el futuro y somos capaces de vivir completamente en el aquí y en el ahora, en el presente. Conscientes de cada cosa que nos pasa, de cada paso que damos, de cada momento, de cada vibración y cada respiro. Puesto que de forma habitual, vivimos programados, hacemos las cosas por inercia, por costumbre, por rutina, sin prestar verdadera atención a aquello que estamos haciendo. Una prueba de ello es que en ocasiones, por no decirlo de forma más alarmante, no recodamos cosas simples como si le hemos echado la sal a los huevos para hacer la tortilla, si hemos apagado el fuego, o si nos hemos lavado ya los dientes, dónde guardamos esto o aquello. Conducimos de forma automática nuestro coche, de la misma manera que nos conducimos a nosotros mismos. Y esto es así porque no estamos presentes en esos momentos, estamos pensando en otras cosas. Esto es un ejemplo claro de no estar viviendo en el aquí y el ahora.


Es por todo ello, que cuando leo por ahí, todas esas recomendaciones, (que yo también hago) de vivir continuamente en el "Aquí y el Ahora", y decimos en voz alta “este es el único momento que existe, ni ayer, ni mañana, solo hoy, solo aquí, solo hora…”; me pregunto si la gente entiende o sabe lo que eso significa realmente. Algunos dicen, “no soy capaz de vivir en el aquí y el ahora, no puedo dejar mi pasado atrás y me pesa tanto que me es imposible seguir adelante”. Evidentemente esto lo pueden expresar las personas conscientes que saben que están atrapados en algún lugar de su pasado, no siempre nos damos cuenta de ello, de estar viviendo en el pasado y de no avanzar. Y otros les responden, “hasta que no vivas en el aquí y el ahora, estarás desperdiciando la vida, el pasado te trae sufrimiento y dolor y el futuro incertidumbre, lo cual se transforma en angustia y ansiedad. Solo en el aquí y el ahora eres”.

Ambos tienen razón, los que no son capaces de superar su pasado, no pueden avanzar porque siempre están “enganchados” en algo, y los que vienen a trabajar otro aspecto de su existencia que no es “soltar” ese pasado, no lo entienden porque para ellos es muy fácil vivir en presente. Por eso es tan importante hoy en día ser empáticos y aprender a ponernos en el lugar del otro, al menos intentar comprenderlo y nunca juzgarlo.

Sin embargo, hay que dar espacio y tiempo a aquellos que están de algún modo sujetos a su pasado ya sea de esta vida o a alguna experiencia traumática de alguna vida anterior que le impide desarrollarse como debiera. Dicho de otra manera, no se puede vivir en el aquí y el ahora, es decir, en el presente, cuando tenemos cuentas pendientes con nuestras raíces o nuestros orígenes.


Aunque siempre somos, vivamos en el espacio tiempo que estemos viviendo, entiendo que no para todos es tan fácil dar ese paso en el que eres capaz de perdonarte a ti mismo por todo lo que proyectaste y no conseguiste, no siempre es fácil dejar marchar sueños rotos, no siempre es fácil perdonarte por no haber alcanzado las expectativas que otros tenían sobre ti y haberles “defraudado” o las tuyas propias, no siempre es fácil “olvidar” para seguir viviendo o comenzar de nuevo.

A veces no se puede vivir en el aquí y el ahora, por muy de moda que esté, sin sanar nuestro pasado. La gente habla de soltar, y dice que es tan fácil olvidarlo todo como “soltar”. Pero queridos míos, hay que aprender a “soltar”, para no llevar cargas innecesarias y para “soltar” hemos de aprender a perdonarnos, a perdonar todo aquello que consideramos fueron “errores”, todo aquello que creemos que “hicimos mal”, todas aquellas expectativas de personas que amamos y que “no llegamos a alcanzar”, perdonarnos por todas esas “culpas” que arrastramos  por diversas circunstancias y motivos. Y sí, estoy hablando de ti, pues no se trata de perdonarle “nada al otro”, sino de perdonarte a ti mismo. Porque lo que no te deja avanzar nunca tiene que ver con el otro o con esta u otra situación, sino contigo. Es tu relación contigo mismo la que debe sanar para que seas capaz de no perderte tu presente. De ser consciente de cada parte de ti viviendo en la alegría del aquí y el ahora.



¿Y cómo hago para hacer eso? Te preguntarás.

No vayas a pensar que te voy a dar dos consejitos y con eso ya está todo hecho, no señor. Esta es la parte más condenadamente difícil y complicada de tu vida, porque habrás de analizarte por completo, tendrás que ir retirando todas tus capas hasta que te quedes total y absolutamente desnudo, habrás de ponerte delante de ese temido espejo que tan solo te devolverá tu misma imagen. Tendrás que obligarte a mirarte sin retirar la mirada (puede que no lo consigas de forma inmediata, pero tranquilo, que no tenemos ninguna prisa) y, tendrás que seguir haciéndolo hasta que cuando te mires ya no sientas ganas de girar la cabeza o bajar los ojos, hasta que hayas conseguido dejar de sentir vergüenza y repudio, hasta que seas capaz de sostenerte la mirada sin el más mínimo parpadeo. Entonces llegará la segunda parte del trabajo, tendrás que sostener esa mirada y zambullirte dentro de tus propias pupilas, en esa parte más oscura de tu ojo, donde pasean tus sombras, y por donde paradójicamente penetra la luz a la cámara posterior del ojo, y consigas transformar tu rabia y tu ira en aceptación y amor incondicional hacia ti mismo.

Ha llegado el momento de preguntarte, ¿estás seguro de querer seguir adelante? Porque nos es tan fácil ver el error del otro, el atasque del otro, dónde el otro tiene el trabajo pendiente, dónde debe poner su atención y qué debe trabajarse para seguir adelante; que nunca nos miramos a nosotros mismos. Por tanto, cuando nos preguntan sobre nuestra propia persona nunca tenemos respuestas. Lamentándolo mucho “No” nos conocemos, pero lo sabemos todo del vecino de enfrente, lo que le falta, lo que le sobra, lo que debe hacer o no hacer, lo que necesita para ser feliz… Lo sé, sé que es más fácil estar en la observación del afuera y viviendo la vida de los demás que en la contemplación interior viviendo nuestra propia vida, que ante nuestros ojos carece muchas veces de eso que tanto necesitamos y sí tiene el vecino.

Pero claro, esto tal vez se deba a que como no miramos dentro, no sabemos que en nuestro interior probablemente esté aquello que deseamos o “envidiamos” de la vida de nuestro vecino, y que lo que hay en nuestro interior es infinitamente mejor que lo suyo para nosotros, porque todo está programado para nuestra vida y para tener la mejor vida que se nos dio a “nosotros”, no en comparación con nadie, sino con nosotros mismos.

Comprendo perfectamente que no te apetezca echar un vistazo a tu interior, si es así, gracias por haber llegado hasta aquí y por el placer de tu compañía. En el blog hay infinidad de artículos que quizá sean de tu interés, o tal vez el próximo que escriba sea de tu agrado.

¡Ah! ¿Qué no te vas? ¡Pero qué valiente eres!, pues me alegro mucho que decidas seguir conmigo, prometo acompañarte de la mejor manera posible hasta el final del artículo. Prepárate porque llegan momentos duros. No temas, no estás solo, yo estoy contigo.

Como te decía antes de hablarte de tu vecino, a quien tan bien conoces (o quién sabe, tal vez no tanto como crees), el primer paso para comenzar tu propia sanación es este. Despojarte de todo lo que pueda ser engañoso, quitarte todas las capas y adornos externos y quedarte desnudo y solo ante ti mismo.

Cuando hayas nadado en tus sombras y hayas sido capaz de vislumbrar la luz que te acompaña, ya podrás sostenerte la mirada y dará comienzo la segunda fase. Mirar la profundidad de esos ojos maravillosos que tienes y sonreírte. Cuando seas capaz de sonreírte sin retirar la mirada, cuando seas capaz de sostenerte a ti mismo, háblate. Háblate y saca todos tus reproches, sí todo eso que has encontrado al transitar tus sombras, todo eso que has encontrado estaba ahí porque tenía algo que decirte y nunca le diste la oportunidad como adulto de que te hablara y te dijera que había algo en tu pasado que estaba sin solucionar y, sin lugar a dudas, vas a reconocer cuáles son esas sombras, yo te ayudaré a que así sea.

¿Dónde crees que has fallado o en qué te has fallado (y que conste que es una creencia tuya, no una realidad certera)? ¿No lo sabes? No pasa nada, permíteme que te guíe solo un poco más. Préstate un poco más de atención, obsérvate y dime dónde te duele. ¿Qué te sigue molestado, dónde se manifiestan tus rabias? ¿En alguien en concreto, es en algo, tal vez una situación que viviste y te pareció injusta? ¿Dónde percibes la injusticia, en la situación, en aquello que sucedió y tú piensas que debía de haber sido de otra manera, la injusticia fue hacia tu persona, hacia una tercera persona?

¿Sientes rabia o resentimiento contra tus padres, contra tus hermanos o hermanas? ¿Sientes que tu niño interior está dañado, que tiene miedo, que se siente solo, que se siente anulado o tiene la sensación de ser invisible porque nadie le veía, ni le hacía caso? ¿Te sientes invisible?

Esta es una manera en la que puedes ir sacando esas capas de cebolla y desnudar cada una de las situaciones oscuras que aún están ahí, dañándote y que son las que no te dejan avanzar porque están sin resolver. A veces será complicado porque pueden estar instaladas en una parte muy profunda de tu interior y pasar desapercibidas, pero conseguirás llegar a ellas. ¿Y qué te voy a recomendar yo? Que mientras estés ahí, mirándote a los ojos escribas, sí, escribe todo lo que te venga para poder hacer el trabajo siguiente. Como ya he dicho en tantas ocasiones, escribir en sí es una terapia de sanación, no importa que creas que no se te da bien expresarte con la pluma, inténtalo y verás lo equivocado que puedes llegar a estar. Pensamos que no somos capaces de hacer muchas cosas porque nunca lo hemos intentado realmente, pero cuando probamos, vemos que no es tan difícil como pensábamos y te aseguro que puedes acabar “enganchado” a la pluma y convertirla en tu amiga y aliada. Pero entiendo que no a todos nos gusta escribir y si ese es tu caso y no quieres probar, hazlo hablando. Aprovecha un momento en el que estés solo y háblate, verbaliza todo aquello que está dentro de ti haciéndote todavía daño, sácalo de dentro. Si se trata de una persona, imagina que la tienes delante y que con respeto y educación intentas decirle todo aquello que llevas dentro, si tienes que gritar, grita, si sale una palabra mal sonante, no la detengas, libérate, suéltalo todo, manifiéstalo todo, no te dejes nada dentro. No pasa nada por vociferar un poco, si puedes evitar hacerlo mejor, pero si no, deja que salga como venga.



Cuando hayas terminado por liberar todo lo que tus sombras tenían que susurrarte y las hayas llenado de luz, habrá llegado el momento de pasar a la tercera fase, será el momento sanar a través del perdón.

Atención, no he dicho que llega el momento de perdonar al que te hizo daño. No, no hablo del perdón al otro, no hablo de que perdones a tu padre, o a tu madre, o tu hermano, tu primo o a “aquel mejor amigo”, no. Lo que quiero decir es que te perdones a ti mismo, que liberes a través de ese perdón tus culpas, la culpa que todavía sientes por no haber perdonado a tu padre, o a tu madre, o a tu hermano, hermana o amigo; o por haberles "culpado" de tu desdicha. Porque aunque te parezca que ya has trabajado con tu pasado y que todo está superado y que ya has perdonado a los demás, si sigues sin avanzar, si algo dentro de ti, muy, muy dentro de ti sigue doliendo, es porque no te has perdonado todavía, ni has perdonando a los demás. El perdón comienza por uno mismo y no es algo que sale por la boca, no es lo que decimos, o verbalizamos, sino ese proceso de coger y analizar esa situación dañina, comprenderla, llevarla al corazón y transmutarla, cambiarla, transformarla como si fueras un alquimista y mantenerla ahí en el corazón, amándola, abrazándola hasta que sientas que el dolor se ha transformado en amor. En ese preciso momento serás libre de esa situación. En ese momento habrás soltado realmente y habrá dejado de doler. Será justo en ese momento cuando podrás verbalizar el perdón y no antes. Y será un momento de exultante felicidad porque te sentirás en paz, una paz que te recorrerá de arriba a abajo llenándote de alegría y emoción, por primera vez no respirarás a medias, sino que sentirás como si tus pulmones se hubieran ensanchado y cabe dentro de ellos el doble de aire limpio, nuevo, fresco y renovado a la vez que tu corazón estará rebosante de dicha y tu mente descansará tranquila. Sí, puedo garantizarte que “Pepito grillo” se callará y tu conciencia estará realmente tranquila y relajada.

Será justo en ese momento cuando empezará la cuarta fase, ahora sí que estamos preparados para perdonar a los demás, a los que sentimos que se han aprovechado de nosotros, a los que nos defraudaron, a los que nos hicieron la vida dura, difícil, casi imposible, nos hicieron llorar, sentir rabia e impotencia, ver partes feas de nosotros mismos que no nos gustaron nada y todo lo que se te ocurra. Ellos fueron los que estuvieron ahí para que nosotros aprendiéramos la lección y a superarnos a nosotros mismos, por tanto, si nos hemos perdonado a nosotros mismos porque hemos comprendido el porqué de nuestras sombras, también lo podremos hacer con las situaciones y personas que las generaron y ahora mismo te contaré por qué. 

 La cuarta y última fase es la del agradecimiento. Agradece a tus sombras que supieron mostrarte en el mismo momento que se lo pediste, todo aquello que te quedaba por sanar. Agradécete a ti mismo por haber tenido las agallas de llegar hasta aquí, de haberte confrontado con tu propia realidad, de haber decidido echar un vistazo a tu interior y conocerte un poco mejor, tal vez por primera vez en tu vida. Agradécete por haber sido capaz de perdonarte, por haberte liberado de la culpa que arrastrabas, por haber iluminado algunas de esas sombras que también forman parte de ti y que quieren hablarte para solucionar cosas pendientes. Agradece a todas aquellas situaciones y personas que te llevaron al extremo, porque ellos son tus maestros, gracias a ellos has avanzado y evolucionado. Has muerto y renacido cien veces y cien veces más lo harás. Ahora desde esta perspectiva, has podido sanar a tu niño interior, porque comprendes todo aquello que pasaste como niño, desde otra perspectiva, desde la del adulto, has podido escucharte durante este periodo de sanación, has podido abrazarte y darte todo aquello de lo que te privaron porque aquellas personas con las que estabas no sabían hacerlo de otra manera, no supieron hacerlo mejor porque no tenían medios, ni más conocimientos, ni otros recursos y simplemente te proporcionaron las experiencias que necesitabas vivir para que consiguieras avanzar una vez que hubieras comprendido todas aquellas situaciones y momentos. Esas personas a las que culpaste y por las que te culpaste, lo hicieron lo mejor que pudieron, tal y como vuestras almas habían pactado todos y cada uno de vuestros encuentros porque es lo que tenías o teníais que aprender a través de esos acuerdos anímicos formulados antes de esta encarnación. No, no hay ningún cabo suelto, todo es tal y como ha de ser. Por eso puedes perdonar, porque ahora comprendes que cada cual actuó según su estado consciencial y en función de esos acuerdos anímicos pactados.



A partir de este momento podrás seguir caminando la belleza de tu vida, en paz, con la conciencia tranquila y el alma ligera. Te he enseñado cómo “soltar”, ya sabes cómo aligerar tu mochila, sabes cómo dialogar con tus sombras, escucharlas, hablarles, perdonarte, perdonar y agradecer… Es momento de vivir en el aquí y el ahora, es momento de dejar que la vida te pase, te sorprenda y se quede contigo. Es momento de sentir cómo aparecen nuevas creencias en las que sabemos que sí se pueden conseguir los sueños y que podemos cambiar de dirección siempre que sintamos que no vamos por el camino correcto y que no pasa nada porque hasta el “error” más doloroso o la situación más dura, nos trae el regalo de una lección, de un aprendizaje, de una nueva experiencia de la que sacar algo bueno y  positivo.

Lo que ya no te hace falta, déjalo marchar. Si alguien ya no quiere estar contigo, agradece por el tiempo compartido, por todos los buenos momentos, por la enseñanza que trajeron los no tan buenos, pon una sonrisa en tu corazón que trascienda a tu rostro y déjale marchar.

Y cuando sientas que has dejado de vivir de nuevo en el aquí y el ahora, vuelve a visitar tu interior (por cierto, que habrás descubierto todos los tesoros que alberga ¡y lo que te queda por descubrir!), vuelve a dialogar con tus sombras, que te cuenten dónde hay que trabajar y sigue el procedimiento que ya conoces para poner luz y salir de ese estado. Vuelve de nuevo al regalo del presente.

Este es el regalo que quiero compartir contigo este noviembre, el mes 11 del año, el mes maestro, el mes en el que las energías nos son propicias y nos permiten cambiar más fácilmente todo aquello que ya no tienen más espacio en nuestra vida. Siempre es el momento más apropiado y adecuado para cambiar, para decidir renovarse y renacer de nuevo. ¡Aprovecha las energías y muere tantas veces como sea necesario para volver a nacer de la luz y en la luz!

Que caminar la belleza de tu vida no sea un suplicio, ni una carga, conviértelo en un placer que te embriague el alma y llene cada paso de música y danza. Recuerda, es la actitud la que hace la diferencia.

©Paqui Sánchez

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©Paqui Sánchez

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