Personas
mágicas
En
ciertos círculos muy selectos se habla de la existencia de unas personas
especiales a las que se les atribuyen cualidades mágicas, de hecho se dice que
son personas mágicas disfrazadas de personas “normales”, tratando de disimular
así su especialidad (entiéndase lo de especialidad por ser especiales, no por
ser especialistas en algo, aunque quizá también lo sean) o su “magicalidad”, fíjate
que he buscado esta palabra en el diccionario y me la sustituía por “maRgiNalidad”.
-
Vaya tela -he pensado yo-, una “R” y una “N”, dos consonantes que se cuelan sin permiso y que lo cambian todo
y de qué manera. Podría haberme salido “mUSicalidad”,
que aunque también cambie dos letras, suena mucho mejor y nunca mejor dicho,
porque tener “musicalidad”, igualmente
es algo mágico.
Sí,
ya sé que “magicalidad”, como
palabra, no existe. ¿No has sentido nunca el impulso de comprobar palabras que
te suenan bien (quizá por su “musicalidad”), por si el diccionario ha obrado la
magia de adoptarlas? Pues eso me pasa con “magicalidad”,
estaría bien que la hicieran existir, ¿no te parece?
¿Te
has preguntado alguna vez cómo se inventaron las palabras? Esa magia de unir
consonantes con vocales para poner nombre a las cosas, a las personas, a los
lugares… O mejor dicho, esos sonidos
a los que primero se les dibujó creando un sistema de pictogramas, que con el tiempo se simplificó para dar lugar a signos que acabaron convirtiéndose en abecedarios que formaban palabras.
La
historia nos cuenta que la primera forma de escritura fue la cuneiforme, esta se desarrolló en
Mesopotamia en torno al año 3.500 a.C., siendo los sumerios los primeros en
usar pictogramas y dibujos para llevar registros, mientras que sobre el 3.200
a.C. los egipcios desarrollaban los jeroglíficos,
otro sistema de escritura que empleaba pictogramas y signos. Sin embargo, si
tenemos en cuenta que las primeras palabras para representar sonidos fueron dibujos, quizá debamos remontar el principio
del lenguaje y la escritura al inicio de los tiempos, puesto que en la Prehistoria
ya se utilizaban dibujos para representar animales, seres humanos y contar
historias de cacerías y llevar registros en las paredes de las cuevas. En China,
en el año 1.200 a.C., durante la dinastía Shang, aparecen vestigios de huesos y
caparazones de tortuga con símbolos, probablemente se trate de un oráculo, tal
vez el inicial, o quizás no. Sin embargo, serían los fenicios los primeros en
desarrollar un alfabeto, aunque este
siguiera representando sonidos. Basados en este alfabeto fenicio, los griegos
crearon el suyo propio que ya incluía vocales y los romanos, como hicieron
siempre, copiaron el alfabeto griego y lo adaptaron a su propio idioma.
Se
comenzó “escribiendo” en las paredes de las cuevas, se continuó dibujando
símbolos en las tablillas de arcilla en Mesopotamia, se tallaron símbolos en
huesos, en piedra, en papiros y finalmente en papel. Ahora seguimos escribiendo
y muchas veces prescindimos hasta del papel, lo hacemos en una hoja de Word
que, por supuesto simula ser papel. Un folio en blanco en el que dejarte ir y
expresar todo lo que te habita, hilando palabras, conjugando verbos, creando
frases y párrafos que se van tejiendo para crear historias de todos los
colores, tamaños y géneros.
Seguramente
todas las palabras fueron “nuevas” en algún momento de su creación.
“Magicalidad” no está mal como nueva palabra inventada.
Sé
que llevo un rato divagando, pero no me importa. Hace poco leí que algunos
inventos o teoremas, esas cosas importantes que nos hacen entender hoy en día
este mundo en el que vivimos y en los que se sustentan grandes principios de la
humanidad y de las leyes de la física, surgieron porque aquellos que trabajaban
en ellos, dejaron de trabajar para descansar un poco huyendo de la carcoma que
suponía seguir con los pensamientos que se sucedían en círculos sin permitirles
llegar a nada más. Al darle permiso a sus mentes para descansar, se
descubrieron divagando. Y justo en ese momento de descanso, mientras sus mentes
divagaban, pudieron ver aquello que no estaban viendo mientras filosofaban
sobre ello o desarrollaban fórmulas matemáticas interminables. ¡Cuán importante
es la pausa en esta vida y qué poco tiempo le concedemos!
Yo
no voy a descubrir ningún principio de la física mientras divago, eso se lo
dejo a los genios (si me pudieras escuchar estoy riéndome en este momento). La
gravedad ya la descubrió Newton al caerle la manzana en un momento distendido
de su día a día, mientras divagaba, igual que le ocurrió a Arquímedes mientras
tomaba un baño y vio cómo el agua rebosaba. Sin embargo, sé que cuando divago
también pasan cosas, no serán tan relevantes para la humanidad como el
Principio de Arquímedes o las Leyes de Newton, pero no por ello son menos
significativas. Cuando divago digo cosas, o escribo cosas que tal vez alguien
necesita para salir del estado de congelación en el que se encuentra y comienza
a entibiarse de nuevo, o toma una decisión importante en su vida, o decide
mirarse a sí mismo en lugar de seguir mirando al de enfrente, o entiende el
porqué se encuentra en una situación determinada, o recibe respuesta a alguna
de sus preguntas… En fin, que sí, que divagar es bueno porque nos ayuda a
observar, a centrarnos y a crear. Cuando nos damos permiso para pausarnos
ocurren todas estas cosas mágicas que le dan sentido a todo. ¿Qué te ocurre a
ti cuando divagas, en qué te descubres pensando?
Retomando
el hilo de lo que íbamos diciendo, al parecer estas personas mágicas se
encuentran repartidas por todos los rincones del planeta y se pueden presentar
o materializar o personar o lo que sea que hagan en cualquier momento a
cualquier ser que así lo necesite en cualquier parte del mundo, apareciendo de
repente, como de la nada.
Dicen
que esa persona mágica se mete en tu mundo y empieza a hablarte de todo y antes
de que te des cuenta le estás contando tus miserias y confiándole tu vida. Es
lo que tiene ser una persona mágica, entra en tu universo y te ayuda a ver la
luz que hay en ti, la luz que eres, sacándote así del pensamiento mediocre sobre
ti misma que dominaba y regía tu vida hasta el momento. Como dirían los
modernos de hoy en día, te ayuda a “empoderarte”, o algo así, pero en el buen sentido
de la palabra, quiero decir, bueno, tú ya me entiendes... Por eso les cuentas
tus miserias como si la conocieras de toda la vida, porque antes de sembrar
semillas nuevas en ti o descubrir las dádivas que ya tienes, hay que sacar de
dentro todo lo que sobra, todo lo que estorba, todo lo que ya no te hace bien,
ni te sirve, lo que duele, lo que te daña, lo que no te permite avanzar... Es
cuando todo eso está fuera que se puede comenzar a ver la luz, esa que se ha
ido empujando hacia lo más profundo de ti con cada pensamiento negativo sobre
ti misma, con cada prejuicio nacido de un pensamiento erróneo, con cada rencor
sembrado por la estela del dolor, con cada palabra hiriente nacida de un
recuerdo o un pensamiento posiblemente mal interpretado de vete tú a saber
cuándo o provocado por quién. Esa luz que no alcanzabas a ver por encontrarse opacada
por cada decreto y cada carga ancestral y por esos sistemas de creencias
obsoletos que se alimentan de memorias de dolor, de autoboicot y de autodesconocimiento
de lo que realmente eres.
Dicen
que la magia de esos seres es tan fuerte, que si consiguen tocarte el alma una
sola vez, te transformas para siempre y no vuelves a ser la misma persona que
fuiste nunca más. ¿Sabes por qué? Porque sin darte apenas cuenta, esa persona
mágica que se acercó a ti, te ha enseñado a mirar dentro de ti para que puedas
conocerte mejor y aprender a satisfacer todas tus necesidades, a saber lo que
te hace feliz y a dártelo tú misma. Así, sí que puedes salir al mundo con tu
mejor sonrisa, en tu mejor versión (que como ves ya estaba dentro de ti), libre
de pensamiento, segura y empoderada. Y simplemente por la ley de reciprocidad
(lo que se da vuelve a ti), el mundo te sonreirá, te obsequiará con su mejor
versión, te hará sentir libre, segura y empoderada. Y tú sentirás que ha
ocurrido un milagro y el milagro ha sido tu propia transformación, tu trabajo
contigo y en ti misma, que comenzó con ese pensamiento negativo que cambiaste
sin darte cuenta, con esa palabra malsonante hacia ti misma que murió en tus
labios antes de ser pronunciada convirtiéndose en tu primer éxito. Cuando te
diste cuenta que querías salir de tu propia cárcel, que querías dejar de ser esclava
de tantas cosas que te ataban y te atreviste a priorizarte por primera vez sin
sentirte culpable. Cuando te escuchaste, cuando fuiste consciente de que tú
también eras luz, una diosa con todo su potencial y con infinitas posibilidades
de desarrollarse, de dirigirse hacia su propio destino. Cuando decidiste
empezar a agradecer cada día por estar viva y seguir respirando…
Esas
personas mágicas a veces no necesitan saber nada de ti, quiero decir, que no
necesitan que les cuentes nada porque ellas ya saben lo que te ocurre y cómo
ayudarte a solucionarlo. Ellas mueven los hilos de su magia y van preparando
sutilmente el terreno para que tú empieces a hacer pequeños cambios sobre ti
misma, empiezas a descubrirte, vas aceptando partes de ti que antes te
disgustaban, vas cambiando otras porque sientes que puedes y debes, hasta darte
cuenta de que vas sintiéndote mejor en tu propia piel.
En
ocasiones, no necesitan presentarse o tener una relación íntima o de cercana contigo.
Aparecen en el lugar más insospechado, dicen cuatro cosas que te hacen pensar y
te calan dentro, empiezas a cuestionarte cosas que nunca antes te habrías
planteado, te invitan a conocerte, incitándote a que te hables bien utilizando
palabras bonitas para referirte a ti, a que te sonrías cada mañana cuando te
cruces con tu mirada en el espejo en lugar de eludirla avergonzada. Te animan a
que te valores, a que te tengas en cuenta, a que busques unos momentos para ti
y solo para ti cada día en los que puedas desarrollar aquella actividad que te
haga conectar contigo, te incitan cuidarte, a amarte. Te instigan a que te
mires, te observes y te veas realmente, te empujan a tomar decisiones para
decidir qué quieres para tu vida e incluso ponen en tu conocimiento
herramientas para que consigas iniciar ese nuevo camino que finalmente
descubres que quieres seguir o al menos explorar para saber más y descubrir si
podría ser por ahí.
Sin
embargo, otras veces es algo mucho más efímero, pero no por ello menos
efectivo, una simple sonrisa en un momento concreto que ayuda a que vuelvas al
aquí y al ahora y te olvides de ese pensamiento negativo que como una nube negra
estaba sobre tu cabeza opacando tu día, pues tu rostro se viste con otra sonrisa
para devolver ese “afecto” hacia la persona desconocida. En otras ocasiones
puede ser un pequeño contacto físico, una mano que sostiene la tuya, o un roce
en tu hombro o en tu brazo que sin saber el por qué te cambia el estado de
ánimo… O también una palabra generosa que te saca de la telaraña de
pensamientos oscuros en los que te estabas imbuyendo.
Con
todo esto quiero hacerte saber que no hay una sola manera de sentir, ver o
tener la ayuda de una persona mágica. Ella sabe cómo tiene que hacer para
llegar a ti, sin que tú te apercibas de ello. A veces el trabajo es de mayor
envergadura y en otras ocasiones solo es un ligero toque mágico para sacarte de
donde estás y volver a ser consciente de ti.
Dicen
que cuando esa persona mágica te ha ayudado a ver de nuevo tu camino,
desaparece de tu vida igual que llegó, sin hacer ruido y dejándote el corazón
henchido de gratitud y amor. Otras veces
se queda a tu lado para siempre, todo depende de lo que especifique el
contrato que habías pactado de antemano, en el lugar del no tiempo. Sí, me
refiero a esos contratos anímicos que firmamos antes de venir a la Tierra.
Las
personas mágicas a veces saben que lo son y otras no. Suelen quedarse solas con
frecuencia, porque cuando han terminado su trabajo, el vínculo suele soltarse
para dejar al otro experimentar y volar en la dirección que desee. Quizá ellas
hayan venido a este mundo también con trabajo personal, tal vez ellas tengan
que aprender a soltar, dejar ir sin aferrarse a nada ni a nadie para que cada
uno encuentre su libertad y la experimente a su manera. ¡Quién sabe lo que cada
uno viene a trabajar!
Es
posible, sí, que hayas tenido alguna persona mágica en tu vida y no hayas sido
consciente de ello. Tal vez te hayas dando cuenta con el tiempo o quizá no te
hayas apercibido nunca de su presencia. No importa demasiado, si no la has
reconocido, no le des más vueltas, seguramente lo importante no era darte
cuenta de… sino haber hecho el cambio que necesitabas para que tu vida
comenzara a contar de verdad y no solo pasara el tiempo de la mejor forma
posible.
Porque
de eso se trata, de que tu vida cuente.
Y
si te empeñas en querer saber quién fue esa persona mágica en tu vida, intenta
recordar esos momentos en los que estabas tan mal: ¿Quién te dio ese
empujoncito hacia ti misma para que empezaras a observarte sin juicios y
empezaras a tenerte en cuenta, a darte y a amarte? ¿Quién te ayudó a ver de
nuevo los colores del arcoíris, quién te enseñó a respirar sintiendo, quién te
empujó suavemente para que miraras hacia dentro y descubrieras ese maravilloso
mundo que existía dentro de ti, quién te tapó cuando tenías frío (me refiero a
ese frío interno que no se pasa abrigándote con una simple manta o ingiriendo
una infusión caliente), quién apareció en tu vida como detonador para que
empezaras a vivir de verdad?
¿Recuerdas
haberte encontrado alguna vez con alguna persona mágica? ¿Sabías que era una
persona mágica o te pareció de lo más normal? ¿Has sentido su ayuda de alguna
manera o no te has dado cuenta de que su “pr-esencia” hacía magia en tu vida?
¿Sabes cómo reconocer a una persona mágica?
Suelen
ser empáticas, ambles, alegres. Desprenden energía positiva, tiene una forma
increíble de ver el mundo, pues suelen maravillarse de las pequeñas cosas que
encuentran en él, son amantes de lo simple y lo sencillo y practican la escucha
activa, es decir, hacen que te sientas valorado porque te escuchan de verdad,
por eso te resulta tan sencillo, aun siendo celoso de tu intimidad, contarles
tu vida en un momento. Son personas auténticas, luminosas, que al mirarte te ven
realmente y te instan a sacar y compartir lo mejor de ti. No se sienten más
pequeñas ayudándote a brillar porque piensan que cuanta más luz sea consciente
de su luz, más luz estará activa iluminando el mundo. Son sabedoras de que los
pequeños cambios que hagas en ti y en tu manera de verte y de mirar el mundo,
son los que conseguirán la transformación que necesitas. Por ello gozan con lo
pequeño y lo simple, porque saben que el ese pequeño aleteo de una mariposa en ti,
puede llegar a transformarte profundamente aunque tú seas inconsciente a ello.
Pues
llegados a este punto, que es ya el final, tengo algo más que decirte… No solo
todos hemos tenido a alguna persona mágica a nuestro lado alguna vez en nuestra
vida, sino que también hemos hecho el papel de persona mágica para alguien más
en el mundo.
Sí, lo has entendido bien, tú has
sido, eres y serás una persona mágica para otros seres que hayas conocido, que
conozcas o que conocerás en tu vida, tanto si has sido consciente de ello como
si no.
Gracias por haber compartido hoy parte
de tu tiempo aquí, conmigo, leyendo sobre ti.
Ahora
ya sabes, a seguir brillando y expandiendo sonrisas y magia, mucha magia.
Gracias,
a quienes corresponda, por las imágenes.
©Paqui Sánchez
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