TÚ LLEVAS
PAZ
Caminan
increíblemente relajadas por el centro comercial, atestado de apurados
compradores en los últimos días de ventas navideñas. Un hombre viene
directamente hacia ellas con paso rápido, pero mirando fijamente una vitrina
lateral. Ambas se miran, sonriendo, previendo lo que sucederá. Él sólo se
percata de su presencia cuando está a punto de chocar con Martina y Elena; pero
ellas le abren paso, divertidas.
– ¿Te das
cuenta de lo ausentes que estamos cuando hacemos las cosas sin poner el corazón?
–comenta Elena.
- Claro,
cuando recordamos a quién estamos regalando y no lo sentimos como una
obligación, el corazón se abre en calma y espera a que el regalo justo para esa
persona se nos presente simplemente.
– Es lo
que estoy haciendo en este preciso instante. Quiero algo para una amiga muy
querida, pero estoy esperando a que se me aparezca eso que a ella le encantará.
Avanzan
lentamente por entre tiendas de todo tipo, disfrutando los colores, las
texturas, los aromas. Elena se está dando ánimos para compartir con su amiga un
hermoso regalo que había recibido la noche previa. Un sueño.
– Te
quiero contar lo que soñé anoche, Martina, pero sólo a ti, porque mi sueño es
tan lindo que siento vergüenza de compartirlo con alguien más. Creo que puede
ser mal entendido.
Martina
arquea las cejas, sorprendida.
– ¿Pero
por qué?
– Déjame
que te cuente. Tú sabes que desde niña cada tanto me viene nuevamente esa
inquietud sobre el propósito de mi vida. A veces pasan meses y no lo recuerdo,
pero siempre hay algo que revive en mí este cuestionamiento. Desde pequeña he
sentido que vine a algo especial, algo que tiene que ver con influir en otras
personas de algún modo beneficioso para ellas, pero aún no tengo certeza de qué
es lo que tengo que hacer. Y lo pregunté a un sueño.
-¿Y? – Martina
deja a un lado la falda larga que se había estado poniendo sobre su ropa a modo
de prueba.
– Es un
poco divertido. En mi sueño me veo en el Parque Almagro, ese que está al lado
del Palacio Cousiño, en el lugar donde a veces hacen conciertos. Camino sola y
alguien, una mujer que siento muy envidiosa, me molesta diciendo “no pudo ser
reina, no pudo ser reina”, y se va. Repentinamente se acerca un hombre de
aspecto un poco loco, que al parecer siempre está en el parque, pero está bien
vestido, con un pantalón y un sweater azul marino, de pelo claro. Y me dice “tú…” y yo me quiero arrancar, pero
antes de que pueda hacerlo me toca con su dedo la frente y me dice “tú tienes
algo en tu ADN que hace que adonde quiera que vas llevas paz”. Yo me asombro
mucho por esto y hago una mueca divertida, mientras él se pasea por detrás de
mí, rodeándome, y sigue hablando.
– Qué
bonito… – Martina sonríe. – ¿Y qué piensas de tu sueño?
–Mira, lo
analicé y está interesante. Sobre eso de que "no pudo ser reina",
creo que es un aspecto mío que me recrimina por lo no alcanzado según mis
expectativas. Porque reina, según mis términos, es o quien dirige un país, o
bien, es el título de un concurso a la mujer más linda de un lugar. Es como ser
la mejor, la más bonita, la más sobresaliente. Creo que ella me quiere decir
"no pudiste ser todo lo que querías, no pudiste ser la mejor en todo, como
esperabas". Y claro, porque en cierta forma yo esperaba más de mí misma.
Con la inteligencia que siempre destacaron en mí como una de mis grandes virtudes,
tanto en el colegio como en mi casa, de acuerdo a los estándares del mundo yo
debí haber llegado más lejos, tener más títulos académicos quizá, un trabajo
que me reportara más ingresos, en fin. Y si bien una parte de mí no está
interesada en ese tipo de exitismo y está contenta con mi forma de ser más
espiritual, hay otro aspecto mío que quizá se siente un poco defraudado de sí
mismo.
– ¿Y el
hombre loco o medio loco? – Martina quiere saber.
– Es un
hombre que no está restringido por los cánones del mundo, un hombre que es
libre totalmente, que no vive de acuerdo al qué dirán. Pero no es cualquier
loco, es un loco que se quiere bastante a sí mismo, pues está bien vestido y
limpio. Es un hombre inteligente que no está domesticado por la sociedad. Y
siento que desde esa libertad él quiere que yo vea a qué vine – Elena se
emociona, pues siente en su interior el bálsamo que las palabras del loco le
regalan a su autocastigo.
– Yo no
vine a brillar a la manera del mundo –continúa Elena –, no vine a conseguir
grandes grados académicos ni a ser la más linda o la más exitosa. Lo mío es más
simple, mucho más simple, pero más sublime. Yo vine a traer paz con mi sola
presencia. No hay nada que yo tenga que hacer, sólo tengo que Ser.
Martina
ha dejado su mirada fija en los ojos de Elisa.
– ¿Y
tienes alguna duda de que eso es así, amiga mía?
– No,
Martina. Por eso no quería comentarlo en el taller, es algo muy mío y no quiero
que sea visto de forma errada. Me he dado cuenta de lo que les pasa a las personas
cuando yo comparto con ellas, es como si se relajaran, como si se abrieran a
contarme sus secretos con mucha confianza, creo que conmigo se sienten en casa.
¡Y tuve la respuesta a mi pregunta! Ése es mi propósito. Simplemente Ser. Claro, dedicándome a lo que más me gusta, pero tan sólo siendo estoy cumpliendo ese alto propósito que siempre sentí en mí.
Edna Wend-Erdel
© Ahava Iesu
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