El regalo de Noviembre
Noviembre nos
invita a reflexionar, a caminar un poquito hacia nuestro interior y ver qué
partes de nosotros mismos no están en equilibrio, a decidir qué nos gusta de
nosotros y qué no nos gusta tanto, qué hemos de desechar porque no nos hace
bien y qué nos conviene seguir conservando. Nos induce de una u otra forma a
transmutarnos, es decir, a transformarnos, a cambiarnos a nosotros mismos, como
si pudiéramos “limpiarnos”, que de hecho, podemos y debemos hacerlo. Esta sería la “muerte” de la que hablaban los
antiguos pueblos celtas. Hay partes de nosotros que han de morir, para que
podamos volver a renacer con una mejor versión de nosotros mismos cada vez. Es momento de transitar la oscuridad, la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz, para renacer en la estación de la luz de nuevo.
Este mes nos
regala la oportunidad de analizar de dónde venimos y hacia dónde vamos, ya que
solo cuando estamos en paz con nuestro pasado, no necesitamos proyectar el
futuro y somos capaces de vivir completamente en el aquí y en el ahora, en el
presente. Conscientes de cada cosa que nos pasa, de cada paso que damos, de
cada momento, de cada vibración y cada respiro. Puesto que de forma habitual,
vivimos programados, hacemos las cosas por inercia, por costumbre, por rutina, sin
prestar verdadera atención a aquello que estamos haciendo. Una prueba de ello
es que en ocasiones, por no decirlo de forma más alarmante, no recodamos cosas
simples como si le hemos echado la sal a los huevos para hacer la tortilla, si
hemos apagado el fuego, o si nos hemos lavado ya los dientes, dónde guardamos
esto o aquello. Conducimos de forma automática nuestro coche, de la misma
manera que nos conducimos a nosotros mismos. Y esto es así porque no estamos
presentes en esos momentos, estamos pensando en otras cosas. Esto es un ejemplo
claro de no estar viviendo en el aquí y el ahora.
Es por todo
ello, que cuando leo por ahí, todas esas recomendaciones, (que yo también hago)
de vivir continuamente en el "Aquí y el Ahora", y decimos en voz alta
“este es el único momento que existe, ni ayer, ni mañana, solo hoy, solo aquí,
solo hora…”; me pregunto si la gente entiende o sabe lo que eso significa realmente.
Algunos dicen, “no soy capaz de vivir en el aquí y el ahora, no puedo dejar mi
pasado atrás y me pesa tanto que me es imposible seguir adelante”. Evidentemente
esto lo pueden expresar las personas conscientes que saben que están atrapados en algún lugar de su pasado, no
siempre nos damos cuenta de ello, de estar viviendo en el pasado y de no avanzar. Y otros les responden, “hasta que no vivas en
el aquí y el ahora, estarás desperdiciando la vida, el pasado te trae
sufrimiento y dolor y el futuro incertidumbre, lo cual se transforma en angustia y
ansiedad. Solo en el aquí y el ahora eres”.
Ambos tienen
razón, los que no son capaces de superar su pasado, no pueden avanzar porque
siempre están “enganchados” en algo, y los que vienen a trabajar otro aspecto
de su existencia que no es “soltar” ese pasado, no lo entienden porque para
ellos es muy fácil vivir en presente. Por eso es tan importante hoy en día ser
empáticos y aprender a ponernos en el lugar del otro, al menos intentar
comprenderlo y nunca juzgarlo.
Sin embargo,
hay que dar espacio y tiempo a aquellos que están de algún modo sujetos a su
pasado ya sea de esta vida o a alguna experiencia traumática de alguna vida
anterior que le impide desarrollarse como debiera. Dicho de otra manera, no se
puede vivir en el aquí y el ahora, es decir, en el presente, cuando tenemos
cuentas pendientes con nuestras raíces o nuestros orígenes.
Aunque siempre
somos, vivamos en el espacio tiempo que estemos viviendo, entiendo que no para
todos es tan fácil dar ese paso en el que eres capaz de perdonarte a ti mismo
por todo lo que proyectaste y no conseguiste, no siempre es fácil dejar marchar
sueños rotos, no siempre es fácil perdonarte por no haber alcanzado las expectativas
que otros tenían sobre ti y haberles “defraudado” o las tuyas propias, no
siempre es fácil “olvidar” para seguir viviendo o comenzar de nuevo.
A veces no se
puede vivir en el aquí y el ahora, por muy de moda que esté, sin sanar nuestro
pasado. La gente habla de soltar, y dice que es tan fácil olvidarlo todo como “soltar”.
Pero queridos míos, hay que aprender a “soltar”, para no llevar cargas innecesarias y para “soltar”
hemos de aprender a perdonarnos, a perdonar todo aquello que consideramos
fueron “errores”, todo aquello que creemos que “hicimos mal”, todas aquellas
expectativas de personas que amamos y que “no llegamos a alcanzar”, perdonarnos
por todas esas “culpas” que arrastramos
por diversas circunstancias y motivos. Y sí, estoy hablando de ti, pues
no se trata de perdonarle “nada al otro”, sino de perdonarte a ti mismo. Porque
lo que no te deja avanzar nunca tiene que ver con el otro o con esta u otra
situación, sino contigo. Es tu relación contigo mismo la que debe sanar para
que seas capaz de no perderte tu presente. De ser consciente de cada parte de
ti viviendo en la alegría del aquí y el ahora.
¿Y cómo hago para hacer eso? Te preguntarás.
No vayas a
pensar que te voy a dar dos consejitos y con eso ya está todo hecho, no señor. Esta
es la parte más condenadamente difícil y complicada de tu vida, porque habrás
de analizarte por completo, tendrás que ir retirando todas tus capas hasta que
te quedes total y absolutamente desnudo, habrás de ponerte delante de ese
temido espejo que tan solo te devolverá tu misma imagen. Tendrás que obligarte
a mirarte sin retirar la mirada (puede que no lo consigas de forma inmediata,
pero tranquilo, que no tenemos ninguna prisa) y, tendrás que seguir haciéndolo
hasta que cuando te mires ya no sientas ganas de girar la cabeza o bajar los
ojos, hasta que hayas conseguido dejar de sentir vergüenza y repudio, hasta que
seas capaz de sostenerte la mirada sin el más mínimo parpadeo. Entonces llegará
la segunda parte del trabajo, tendrás que sostener esa mirada y zambullirte
dentro de tus propias pupilas, en esa parte más oscura de tu ojo, donde pasean
tus sombras, y por donde paradójicamente penetra la luz a la cámara posterior
del ojo, y consigas transformar tu rabia y tu ira en aceptación y amor
incondicional hacia ti mismo.
Ha llegado el
momento de preguntarte, ¿estás seguro de querer seguir adelante? Porque nos es
tan fácil ver el error del otro, el atasque del otro, dónde el otro tiene el
trabajo pendiente, dónde debe poner su atención y qué debe trabajarse para
seguir adelante; que nunca nos miramos a nosotros mismos. Por tanto, cuando nos
preguntan sobre nuestra propia persona nunca tenemos respuestas. Lamentándolo mucho
“No” nos conocemos, pero lo sabemos
todo del vecino de enfrente, lo que le falta, lo que le sobra, lo que debe
hacer o no hacer, lo que necesita para ser feliz… Lo sé, sé que es más fácil
estar en la observación del afuera y viviendo la vida de los demás que en la contemplación interior viviendo nuestra propia vida, que ante nuestros ojos
carece muchas veces de eso que tanto necesitamos y sí tiene el vecino.
Pero claro,
esto tal vez se deba a que como no miramos dentro, no sabemos que en nuestro
interior probablemente esté aquello que deseamos o “envidiamos” de la vida de
nuestro vecino, y que lo que hay en nuestro interior es infinitamente mejor que
lo suyo para nosotros, porque todo está programado para nuestra vida y para
tener la mejor vida que se nos dio a “nosotros”, no en comparación con nadie,
sino con nosotros mismos.
Comprendo
perfectamente que no te apetezca echar un vistazo a tu interior, si es así,
gracias por haber llegado hasta aquí y por el placer de tu compañía. En el blog hay infinidad de artículos que
quizá sean de tu interés, o tal vez el próximo que escriba sea de tu agrado.
¡Ah! ¿Qué no te
vas? ¡Pero qué valiente eres!, pues me alegro mucho que decidas seguir conmigo, prometo acompañarte de
la mejor manera posible hasta el final del artículo. Prepárate porque llegan momentos duros. No temas, no estás solo, yo estoy contigo.
Como te decía
antes de hablarte de tu vecino, a quien tan bien conoces (o quién sabe, tal vez
no tanto como crees), el primer paso para comenzar tu propia sanación es este. Despojarte
de todo lo que pueda ser engañoso, quitarte todas las capas y adornos externos
y quedarte desnudo y solo ante ti mismo.
Cuando hayas
nadado en tus sombras y hayas sido capaz de vislumbrar la luz que te acompaña,
ya podrás sostenerte la mirada y dará comienzo la segunda fase. Mirar la
profundidad de esos ojos maravillosos que tienes y sonreírte. Cuando seas capaz
de sonreírte sin retirar la mirada, cuando seas capaz de sostenerte a ti mismo,
háblate. Háblate y saca todos tus reproches, sí todo eso que has encontrado al
transitar tus sombras, todo eso que has encontrado estaba ahí porque tenía algo
que decirte y nunca le diste la oportunidad como adulto de que te hablara y te
dijera que había algo en tu pasado que estaba sin solucionar y, sin lugar a
dudas, vas a reconocer cuáles son esas sombras, yo te ayudaré a que así sea.
¿Dónde crees
que has fallado o en qué te has fallado (y que conste que es una creencia tuya,
no una realidad certera)? ¿No lo sabes? No pasa nada, permíteme que te guíe
solo un poco más. Préstate un poco más de atención, obsérvate y dime dónde te
duele. ¿Qué te sigue molestado, dónde se manifiestan tus rabias? ¿En alguien en
concreto, es en algo, tal vez una situación que viviste y te pareció injusta? ¿Dónde
percibes la injusticia, en la situación, en aquello que sucedió y tú piensas
que debía de haber sido de otra manera, la injusticia fue hacia tu persona,
hacia una tercera persona?
¿Sientes rabia
o resentimiento contra tus padres, contra tus hermanos o hermanas? ¿Sientes que
tu niño interior está dañado, que tiene miedo, que se siente solo, que se
siente anulado o tiene la sensación de ser invisible porque nadie le veía, ni
le hacía caso? ¿Te sientes invisible?
Esta es una
manera en la que puedes ir sacando esas capas de cebolla y desnudar cada una de
las situaciones oscuras que aún están ahí, dañándote y que son las que no te
dejan avanzar porque están sin resolver. A veces será complicado porque pueden
estar instaladas en una parte muy profunda de tu interior y pasar
desapercibidas, pero conseguirás llegar a ellas. ¿Y qué te voy a recomendar yo?
Que mientras estés ahí, mirándote a los ojos escribas, sí, escribe todo lo que
te venga para poder hacer el trabajo siguiente. Como ya he dicho en tantas
ocasiones, escribir en sí es una terapia de sanación, no importa que creas que
no se te da bien expresarte con la pluma, inténtalo y verás lo equivocado que
puedes llegar a estar. Pensamos que no somos capaces de hacer muchas cosas
porque nunca lo hemos intentado realmente, pero cuando probamos, vemos que no
es tan difícil como pensábamos y te aseguro que puedes acabar “enganchado” a la
pluma y convertirla en tu amiga y aliada. Pero entiendo que no a todos nos
gusta escribir y si ese es tu caso y no quieres probar, hazlo hablando. Aprovecha
un momento en el que estés solo y háblate, verbaliza todo aquello que está
dentro de ti haciéndote todavía daño, sácalo de dentro. Si se trata de una
persona, imagina que la tienes delante y que con respeto y educación intentas
decirle todo aquello que llevas dentro, si tienes que gritar, grita, si sale
una palabra mal sonante, no la detengas, libérate, suéltalo todo, manifiéstalo
todo, no te dejes nada dentro. No pasa nada por vociferar un poco, si puedes evitar hacerlo mejor, pero si no, deja que salga como venga.
Cuando hayas
terminado por liberar todo lo que tus sombras tenían que susurrarte y las hayas
llenado de luz, habrá llegado el momento de pasar a la tercera fase, será el momento
sanar a través del perdón.
Atención, no he
dicho que llega el momento de perdonar al que te hizo daño. No, no hablo del
perdón al otro, no hablo de que perdones a tu padre, o a tu madre, o tu
hermano, tu primo o a “aquel mejor amigo”, no. Lo que quiero decir es que te
perdones a ti mismo, que liberes a través de ese perdón tus culpas, la culpa
que todavía sientes por no haber perdonado a tu padre, o a tu madre, o a tu
hermano, hermana o amigo; o por haberles "culpado" de tu desdicha. Porque aunque te parezca que ya has trabajado con tu
pasado y que todo está superado y que ya has perdonado a los demás, si sigues
sin avanzar, si algo dentro de ti, muy, muy dentro de ti sigue doliendo, es
porque no te has perdonado todavía, ni has perdonando a los demás. El perdón comienza
por uno mismo y no es algo que sale por la boca, no es lo que decimos, o
verbalizamos, sino ese proceso de coger y analizar esa situación dañina,
comprenderla, llevarla al corazón y transmutarla, cambiarla, transformarla como si fueras un
alquimista y mantenerla ahí en el corazón, amándola, abrazándola hasta que
sientas que el dolor se ha transformado en amor. En ese preciso momento serás
libre de esa situación. En ese momento habrás soltado realmente y habrá dejado
de doler. Será justo en ese momento cuando podrás verbalizar el perdón y no
antes. Y será un momento de exultante felicidad porque te sentirás en paz, una
paz que te recorrerá de arriba a abajo llenándote de alegría y emoción, por
primera vez no respirarás a medias, sino que sentirás como si tus pulmones se
hubieran ensanchado y cabe dentro de ellos el doble de aire limpio, nuevo,
fresco y renovado a la vez que tu corazón estará rebosante de dicha y tu mente
descansará tranquila. Sí, puedo garantizarte que “Pepito grillo” se callará y
tu conciencia estará realmente tranquila y relajada.
Será justo en ese
momento cuando empezará la cuarta fase, ahora sí que estamos preparados para
perdonar a los demás, a los que sentimos que se han aprovechado de nosotros, a
los que nos defraudaron, a los que nos hicieron la vida dura, difícil, casi
imposible, nos hicieron llorar, sentir rabia e impotencia, ver partes feas de nosotros mismos que no nos gustaron nada y todo lo que se te
ocurra. Ellos fueron los que estuvieron ahí para que nosotros aprendiéramos
la lección y a superarnos a nosotros mismos, por tanto, si nos hemos perdonado
a nosotros mismos porque hemos comprendido el porqué de nuestras sombras,
también lo podremos hacer con las situaciones y personas que las generaron y
ahora mismo te contaré por qué.
La cuarta y última fase es la del agradecimiento. Agradece
a tus sombras que supieron mostrarte en el mismo momento que se lo pediste,
todo aquello que te quedaba por sanar. Agradécete a ti mismo por haber tenido
las agallas de llegar hasta aquí, de haberte confrontado con tu propia
realidad, de haber decidido echar un vistazo a tu interior y conocerte un poco
mejor, tal vez por primera vez en tu vida. Agradécete por haber sido capaz de
perdonarte, por haberte liberado de la culpa que arrastrabas, por haber
iluminado algunas de esas sombras que también forman parte de ti y que quieren
hablarte para solucionar cosas pendientes. Agradece a todas aquellas
situaciones y personas que te llevaron al extremo, porque ellos son tus
maestros, gracias a ellos has avanzado y evolucionado. Has muerto y renacido
cien veces y cien veces más lo harás. Ahora desde esta perspectiva, has podido
sanar a tu niño interior, porque comprendes todo aquello que pasaste como niño,
desde otra perspectiva, desde la del adulto, has podido escucharte durante este
periodo de sanación, has podido abrazarte y darte todo aquello de lo que te
privaron porque aquellas personas con las que estabas no sabían hacerlo de otra
manera, no supieron hacerlo mejor porque no tenían medios, ni más
conocimientos, ni otros recursos y simplemente te proporcionaron las
experiencias que necesitabas vivir para que consiguieras avanzar una vez que hubieras
comprendido todas aquellas situaciones y momentos. Esas personas a las que
culpaste y por las que te culpaste, lo hicieron lo mejor que pudieron, tal y
como vuestras almas habían pactado todos y cada uno de vuestros encuentros
porque es lo que tenías o teníais que aprender a través de esos acuerdos
anímicos formulados antes de esta encarnación. No, no hay ningún cabo suelto,
todo es tal y como ha de ser. Por eso puedes perdonar, porque ahora comprendes
que cada cual actuó según su estado consciencial y en función de esos acuerdos
anímicos pactados.
A partir de este
momento podrás seguir caminando la belleza de tu vida, en paz, con la
conciencia tranquila y el alma ligera. Te he enseñado cómo “soltar”, ya sabes
cómo aligerar tu mochila, sabes cómo dialogar con tus sombras, escucharlas,
hablarles, perdonarte, perdonar y agradecer… Es momento de vivir en el aquí y
el ahora, es momento de dejar que la vida te pase, te sorprenda y se quede
contigo. Es momento de sentir cómo aparecen nuevas creencias en las que sabemos
que sí se pueden conseguir los sueños y que podemos cambiar de dirección
siempre que sintamos que no vamos por el camino correcto y que no pasa nada
porque hasta el “error” más doloroso o la situación más dura, nos trae el
regalo de una lección, de un aprendizaje, de una nueva experiencia de la que
sacar algo bueno y positivo.
Lo que ya no te
hace falta, déjalo marchar. Si alguien ya no quiere estar contigo, agradece por
el tiempo compartido, por todos los buenos momentos, por la enseñanza que
trajeron los no tan buenos, pon una sonrisa en tu corazón que trascienda a tu rostro
y déjale marchar.
Y cuando
sientas que has dejado de vivir de nuevo en el aquí y el ahora, vuelve a
visitar tu interior (por cierto, que habrás descubierto todos los tesoros que
alberga ¡y lo que te queda por descubrir!), vuelve a dialogar con tus sombras,
que te cuenten dónde hay que trabajar y sigue el procedimiento que ya conoces
para poner luz y salir de ese estado. Vuelve de nuevo al regalo del presente.
Este es el
regalo que quiero compartir contigo este noviembre, el mes 11 del año, el mes
maestro, el mes en el que las energías nos son propicias y nos permiten cambiar
más fácilmente todo aquello que ya no tienen más espacio en nuestra vida. Siempre
es el momento más apropiado y adecuado para cambiar, para decidir renovarse y
renacer de nuevo. ¡Aprovecha las energías y muere tantas veces como sea necesario para
volver a nacer de la luz y en la luz!
Que caminar la
belleza de tu vida no sea un suplicio, ni una carga, conviértelo en un placer
que te embriague el alma y llene cada paso de música y danza. Recuerda, es la actitud la que hace la diferencia.
©Paqui Sánchez
Si compartes, copias o reproduces el artículo, por favor respeta los
créditos, es decir mi nombre y la fuente donde encontraste la información.
¡¡¡Gracias!!! ¡¡¡Bendiciones!!!
©Paqui Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
✿•*¨`*•.Déjanos una chispita de tu sabiduría.•*¨`*•✿
༺♥༻ ༺♥༻ Gracias ༺♥༻ ༺♥༻