Yule,
el Solsticio de Invierno
Hoy la
oscuridad se cierne sobre esta parte del mundo donde yo habito dando lugar a la
noche más larga y fría del año.
Los días se
hacen cortos, el sol luce tímidamente, sus rayos huidizos y ralos apenas
calientan la tierra. Hace frío, mucho frío. La tierra está helada, cubierta con
mantos blancos de una belleza y pureza extraordinaria. Los ríos se congelan, los
árboles lucen sin hojas, desnudos, despojados de todo aquello que resulta
superfluo, intranscendente, sin importancia… En su desnudez nos permiten ver la
belleza de sus ramas desvestidas, como si fueran dedos extendidos, raíces
invertidas que crecen hacia arriba para alcanzar el cielo.
El
hemisferio norte celebra la llegada del solsticio de invierno, el Yule de
nuestros antiguos celtas y escandinavos, momento en el que nuestro Sol está más
lejos de la tierra y el frío nos acompaña.
Durante
el otoño hemos caminado hacia dentro, hemos recogido las cosechas y las hemos
guardado para los fríos y tenebrosos días del invierno, hemos ido preparándonos
para el letargo que nos espera. ¡Todo está listo! La Tierra está preparada para
dormir. Y poco a poco entra en un dulce sopor que durará toda una estación.
La tierra
descansa, el agua descansa, el espíritu del viento, tras su arduo trabajo de
sacudir las ramas de los árboles para ayudarles a perder sus hojas esperando
una nueva renovación, un nuevo nacimiento, también descansa.
Y el
fuego comienza a arder, el fuego interno se prende para compensar la falta de
luz y calor externos, para poder ver dentro de las sombras, para ser esa luz
que enciende e ilumina las sombras de cada uno de nosotros. El corazón se
enciende para alumbrar el camino del alma, el sendero que hemos de seguir
recorriendo. Se prenden las hogueras para calentar hogares, para calentarnos
físicamente y para entibiar el corazón y alma.
Observamos
esas hipnóticas llamas llenas de vida, de colores cálidos, esas llamas
danzarinas que nos atrapan en una coreografía perfecta de vaivenes, ricamente
cromática y extremadamente cálida. Esa hoguera se enciende en estos días dentro
de cada uno de nosotros porque es el momento de renovar también esa energía
Crística de la que todos estamos hechos.
Permitamos
que nuestro cuerpo descanse del mismo modo que los agricultores, sabiamente,
dejan descansar la tierra. Sintamos a la naturaleza y sigamos los dictados de
la Madre Tierra haciendo honor a esta estación, bendiciendo cada día de nuestra
vida. Permítete entrar en letargo, alimenta y nutre tu corazón y tu alma con
descanso y sosiego y celebra y bendice esa luz que se prende dentro de tu
pecho. Renueva tus votos, tus energías, tu luz, y renace de nuevo después de
gestarte en tu propio útero y en el útero de tus ancestros.
No
desdeñes tu historia familiar, aprende de ella y honrarla porque el necio que
cree que no tiene nada que aprender del pasado, está condenado a repetirlo una
y otra vez.
Encuentra
el ritmo del “no hacer”, entiéndelo, intégralo, pues en realidad no hay que
hacer nada porque ya todo ES. Vuélvete más liviano, suelta esa mochila llena de
responsabilidades, deja tus cargas en la puerta de la cueva y entra en tu
invierno personal “desnudo”, como los árboles, en calma, como la tierra.
Aprovecha
este tiempo de espera para observarte, para redescubrirte, para confiar. Y
recuerda que cuando la esperanza muere, cuando ya nada parece que pueda seguir
sosteniéndose y se cierne la más absoluta oscuridad sobre la vida, el ciclo
cambia y la luz retorna renovada para regalarte un nuevo amanecer, un nuevo
ciclo, una nueva etapa, una nueva oportunidad. Algo que no podrás disfrutar si
no has sido lo suficientemente valiente como para desprenderte de esa mochila
llena, principalmente de dolor y pena.
La Madre
Tierra es cíclica, las estaciones son cíclicas, la naturaleza nos muestra
continuamente su ciclicidad, la mujer es cíclica, la vida está llena de ciclos,
pero tú eres la única persona con poder y capacidad suficiente para cambiar el
resultado de tus ciclos cuando éstos no te resultan satisfactorios. Conoce tu
historia para poder cambiar aquello que se repite en ti y que no te gusta.
Agradezcamos
cada uno de nuestros momentos, porque cada segundo que estamos en esta Tierra
es un regalo para seguir creciendo y plantando semillas de luz, paz y amor.
Yule
representa el renacimiento del Dios después de su muerte en Samhain. En esta
larga noche la Diosa da a luz la semilla de su crecimiento. La vida espera bajo
la tierra su momento para volver a renacer, pues la semilla está plantada y
brotará a un nuevo ciclo de vida. Es un momento de espera, de recogimiento, de
meditación profunda, de sondear nuestra parte más oscura y abrazarla
intensamente, amándola.
En Yule nuestros ancestros encendían grandes fogatas y bailaban a su alrededor girando y girando toda la noche para llamar al amanecer, invocando al cambio, tanto en el aspecto interno como en el externo. Es el momento de llamar a nuestra sabiduría ancestral.
En Yule nuestros ancestros encendían grandes fogatas y bailaban a su alrededor girando y girando toda la noche para llamar al amanecer, invocando al cambio, tanto en el aspecto interno como en el externo. Es el momento de llamar a nuestra sabiduría ancestral.
¡Prendamos
la vela que iluminará nuestra oscuridad!
¡Feliz
Solsticio, Feliz Yule!
©Paqui
Sánchez
©Paqui Sánchez
Precioso artículo, Paqui.
ResponderEliminarAsí se entiende el ciclo de la vida mejor.
Es una pena que el hombre haya desdeñado la Naturaleza para ser superior a ella.
Si hubiésemos ido al compás de Ella, observando, aprendiendo quizás el planeta estuviera mejor cuidado.
Besos, Querida Paqui.
Agradezco infinito tu sabiduría, tu forma de escribir y sobre todo que compartas con todos nosotros.
Más besos
Gracias. Me encantó. 🌹
Eliminar¡¡¡Me alegro mucho!!!
EliminarTe deseo un solsticio maravilloso.
Bendiciones.
Muchísimas gracias Maite por tus palabras.
ResponderEliminarRealmente creo que solo aquellos que se vuelvan a adaptar a los ritmos y ciclos de la naturaleza y los sientan y vivan con y en armonía, se sentirán bendecidos y plenos.
¡La naturaleza nos recuerda tantas cosas! Cuando aprendemos a vivir en aceptación y sis resistencia, todo se hace más natural, más sencillo, más fácil de comprender y de llevar. La Naturaleza es Sabiduría en estado puro.
Te abrazo con todo mi corazón.