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miércoles, 21 de diciembre de 2016

YULE, EL SOLSTICIO DE INVIERNO



 Yule, el Solsticio de Invierno



Hoy la oscuridad se cierne sobre esta parte del mundo donde yo habito dando lugar a la noche más larga y fría del año.

Los días se hacen cortos, el sol luce tímidamente, sus rayos huidizos y ralos apenas calientan la tierra. Hace frío, mucho frío. La tierra está helada, cubierta con mantos blancos de una belleza y pureza extraordinaria. Los ríos se congelan, los árboles lucen sin hojas, desnudos, despojados de todo aquello que resulta superfluo, intranscendente, sin importancia… En su desnudez nos permiten ver la belleza de sus ramas desvestidas, como si fueran dedos extendidos, raíces invertidas que crecen hacia arriba para alcanzar el cielo.

El hemisferio norte celebra la llegada del solsticio de invierno, el Yule de nuestros antiguos celtas y escandinavos, momento en el que nuestro Sol está más lejos de la tierra y el frío nos acompaña.

Durante el otoño hemos caminado hacia dentro, hemos recogido las cosechas y las hemos guardado para los fríos y tenebrosos días del invierno, hemos ido preparándonos para el letargo que nos espera. ¡Todo está listo! La Tierra está preparada para dormir. Y poco a poco entra en un dulce sopor que durará toda una estación.

La tierra descansa, el agua descansa, el espíritu del viento, tras su arduo trabajo de sacudir las ramas de los árboles para ayudarles a perder sus hojas esperando una nueva renovación, un nuevo nacimiento, también descansa.

Y el fuego comienza a arder, el fuego interno se prende para compensar la falta de luz y calor externos, para poder ver dentro de las sombras, para ser esa luz que enciende e ilumina las sombras de cada uno de nosotros. El corazón se enciende para alumbrar el camino del alma, el sendero que hemos de seguir recorriendo. Se prenden las hogueras para calentar hogares, para calentarnos físicamente y para entibiar el corazón y alma.

Observamos esas hipnóticas llamas llenas de vida, de colores cálidos, esas llamas danzarinas que nos atrapan en una coreografía perfecta de vaivenes, ricamente cromática y extremadamente cálida. Esa hoguera se enciende en estos días dentro de cada uno de nosotros porque es el momento de renovar también esa energía Crística de la que todos estamos hechos.

Permitamos que nuestro cuerpo descanse del mismo modo que los agricultores, sabiamente, dejan descansar la tierra. Sintamos a la naturaleza y sigamos los dictados de la Madre Tierra haciendo honor a esta estación, bendiciendo cada día de nuestra vida. Permítete entrar en letargo, alimenta y nutre tu corazón y tu alma con descanso y sosiego y celebra y bendice esa luz que se prende dentro de tu pecho. Renueva tus votos, tus energías, tu luz, y renace de nuevo después de gestarte en tu propio útero y en el útero de tus ancestros.


No desdeñes tu historia familiar, aprende de ella y honrarla porque el necio que cree que no tiene nada que aprender del pasado, está condenado a repetirlo una y otra vez.

Encuentra el ritmo del “no hacer”, entiéndelo, intégralo, pues en realidad no hay que hacer nada porque ya todo ES. Vuélvete más liviano, suelta esa mochila llena de responsabilidades, deja tus cargas en la puerta de la cueva y entra en tu invierno personal “desnudo”, como los árboles, en calma, como la tierra.

Aprovecha este tiempo de espera para observarte, para redescubrirte, para confiar. Y recuerda que cuando la esperanza muere, cuando ya nada parece que pueda seguir sosteniéndose y se cierne la más absoluta oscuridad sobre la vida, el ciclo cambia y la luz retorna renovada para regalarte un nuevo amanecer, un nuevo ciclo, una nueva etapa, una nueva oportunidad. Algo que no podrás disfrutar si no has sido lo suficientemente valiente como para desprenderte de esa mochila llena, principalmente de dolor y pena.

La Madre Tierra es cíclica, las estaciones son cíclicas, la naturaleza nos muestra continuamente su ciclicidad, la mujer es cíclica, la vida está llena de ciclos, pero tú eres la única persona con poder y capacidad suficiente para cambiar el resultado de tus ciclos cuando éstos no te resultan satisfactorios. Conoce tu historia para poder cambiar aquello que se repite en ti y que no te gusta.

Agradezcamos cada uno de nuestros momentos, porque cada segundo que estamos en esta Tierra es un regalo para seguir creciendo y plantando semillas de luz, paz y amor.

Yule representa el renacimiento del Dios después de su muerte en Samhain. En esta larga noche la Diosa da a luz la semilla de su crecimiento. La vida espera bajo la tierra su momento para volver a renacer, pues la semilla está plantada y brotará a un nuevo ciclo de vida. Es un momento de espera, de recogimiento, de meditación profunda, de sondear nuestra parte más oscura y abrazarla intensamente, amándola. 

En Yule nuestros ancestros encendían grandes fogatas y bailaban a su alrededor girando y girando toda la noche para llamar al amanecer, invocando al cambio, tanto en el aspecto interno como en el externo. Es el momento de llamar a nuestra sabiduría ancestral.

¡Prendamos la vela que iluminará nuestra oscuridad!

¡Feliz Solsticio, Feliz Yule!

©Paqui Sánchez



©Paqui Sánchez

4 comentarios:

  1. Precioso artículo, Paqui.
    Así se entiende el ciclo de la vida mejor.
    Es una pena que el hombre haya desdeñado la Naturaleza para ser superior a ella.
    Si hubiésemos ido al compás de Ella, observando, aprendiendo quizás el planeta estuviera mejor cuidado.
    Besos, Querida Paqui.
    Agradezco infinito tu sabiduría, tu forma de escribir y sobre todo que compartas con todos nosotros.
    Más besos

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  2. Muchísimas gracias Maite por tus palabras.

    Realmente creo que solo aquellos que se vuelvan a adaptar a los ritmos y ciclos de la naturaleza y los sientan y vivan con y en armonía, se sentirán bendecidos y plenos.

    ¡La naturaleza nos recuerda tantas cosas! Cuando aprendemos a vivir en aceptación y sis resistencia, todo se hace más natural, más sencillo, más fácil de comprender y de llevar. La Naturaleza es Sabiduría en estado puro.

    Te abrazo con todo mi corazón.

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