Yang Lu Chan
nació al comienzo del siglo XIX en el seno de una familia de campesinos. Desde
joven no tenía más que una pasión: el Shuan-Shu, el arte del puño. Desde su
infancia, frecuentó asiduamente las escuelas de artes marciales de su provincia
y muy pronto alcanzó el rango de un experto de gran reputación. Pero los
estilos que había practicado hasta entonces no le satisfacían. Sabía que desde
la destrucción del monasterio de Shaolin, el arte del puño había lentamente
degenerado en un método de combate que daba demasiada importancia a la técnica
y a la fuerza muscular. A pesar de su búsqueda por todos los rincones de su
provincia, Ho Pei, no conseguía encontrar un Maestro susceptible de enseñarle
un arte más profundo que le condujera a la Vía de la armonía.
Su desesperación
llegó a su término cuando oyó hablar del Tai Chi Chuan, arte que empezaba a ser
popular en otra provincia, Honan.
Abandonando a
sus padres y amigos, Yang emprendió un viaje a pie de más de 800 km. para
dirigirse a la patria del arte que deseaba estudiar. Aprovechando un momento de
oportunidad entró en los círculos cerrados de practicantes de Taichi. En el
curso de sus conversaciones con ellos, un nombre volvía continuamente a su
mente: el del Maestro Chen Chang Hsiang. Este hombre pasaba por tener el
"Kung Fu" más perfecto de su época. Desgraciadamente enseñaba exclusivamente
a los miembros de su familia, en el más estricto secreto.
Yang pensaba que
después de un viaje tan largo tenía que estudiar con el mejor Maestro.
Hábilmente consiguió ingresar en casa de la familia Chen como criado. De esta
manera, cada día se las arregló para espiar secretamente el entrenamiento
familiar bajo la guía del patriarca. Cuidadosamente disimulado, observaba
atentamente los movimientos, bebía las palabras y los consejos del Maestro.
Después, durante la noche, cuando todo el mundo dormía, se ejercitaba en hacer
lo que había visto durante el día y pulía incansablemente los encadenamientos
de movimientos que había aprendido los días precedentes.
Su espionaje
continuó durante varios meses sin despertar sospecha... hasta que un día fue descubierto.
Inmediatamente fue conducido delante del Maestro Chen. Se esperaba lo peor. En
efecto, el anciano parecía muy enfadado. El tono de su voz dejaba ver una
cierta irritación.
- Y bien, joven,
parece que has abusado de nuestra confianza. Usted se ha introducido aquí con
el único objetivo de espiar nuestra enseñanza, ¿no es verdad?
- Efectivamente
- confesó Yang.
- No se aún lo
que vamos a hacer con Usted. Mientras tanto siento curiosidad por ver qué es lo
que ha aprendido en tales condiciones. ¿Puede usted hacerme una demostración?
Yang ejecutó un
encadenamiento con tal concentración y fluidez que el anciano Chen quedó
profundamente impresionado al ver un reflejo tan fiel de su Arte. Pero se cuidó
bien de manifestar su emoción y durante un largo instante se quedó en silencio.
Después declaró:
- Sería estúpido
dejarlo marchar con lo poco que conoce. Mancharía la reputación de nuestra
familia mostrando nuestro arte de una manera tan incompleta. Mejor será que se
quede aquí el tiempo necesario para terminar el aprendizaje.
¡Pero esta vez
bajo mi dirección!
Yang permaneció
aún varios años en la familia de Chen, integrándose cada vez más profundamente
en el Arte Supremo del Tai Chi. Después de haber recibido la bendición de su
anciano Maestro, Yang volvió a su provincia natal.
En Pekin, donde
decidió instalarse para enseñar su arte, no tardó en ser conocido con el nombre
del "insuperable". En efecto, a pesar de otros profesores y campeones
jóvenes le desafiaron a menudo, nunca fue vencido. Sus combates contribuyeron a
fortalecer la reputación del Tai Chi Chuan, sobre todo porque conseguía
neutralizar a sus adversarios sin herirlos jamás.
Desconozco el autor
©Ahava Iesu
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