Hoy,
de un modo u otro, todos nos hemos convertido de nuevo en niños.
O hemos
entregado o recibido algún regalo, quizá ambas cosas… y si no han sido regalos
físicos, lo han podido ser de cualquier otro tipo, una caricia, un abrazo, un
apretón de manos, una mirada cálida, una sonrisa cómplice, de esas que dicen
sin hablar: “estoy contigo”, alguien que
nos dedica amablemente un poco de su tiempo. O cualquier persona conocida o no,
que nos ha regalado algún gesto amable cuando íbamos por la calle…
¡Hay tantas
cosas que recibimos continuamente a las que no prestamos atención y damos tan
poca importancia!
Y sin
embargo, suelen ser las más significativas, las que aparentemente no nos dan
nada, pero que llenan nuestra alma.
Hoy me
he encontrado de nuevo con esta historia que me ha vuelto a conmover, seguro que
ya la habéis leído, de hecho recuerdo haberla compartido con anterioridad, probablemente
esté en la sección de “Cuentos con Magia”. Te hace plantearte muchas cosas, la
verdad. La historia dice así:
“Con
voz tímida y unos ojos llenos de expectativas, el pequeño recibió a su padre
cuando regresaba del trabajo y le preguntó:
– Papá,
¿Cuánto ganas por una hora de trabajo?
El
Padre con gesto extraño le respondió:
– Hijo
esas cosas no se las digo ni a tu madre, así que no me molestes que vengo muy
cansado del trabajo.
Pero
el niño insistió:
– Pero
papá, por favor dime, cuánto ganas por hora.
Para
terminar con el asunto el padre respondió:
– Gano
aproximadamente cinco dólares por hora.
Sin
inmutarse, el niño mirándole fijamente a los ojos le preguntó:
– Papá,
¿Podrías prestarme dos dólares?
El
hombre desconcertado por la situación le dijo con brusquedad:
– ¿Por
eso querías saber cuánto gano por hora, no?
Vete
inmediatamente a la cama, hace rato que deberías estar durmiendo en lugar de
estar aquí molestándome.
Al
cabo de unos minutos el padre reflexionó sobre lo que había ocurrido, se sentía
mal y como faltaban pocos días para Navidad, pensó que quizás su hijo quería el
dinero para comprar algún regalo… así que fue hasta el cuarto del pequeño y con
una voz muy suave le preguntó:
– ¿Duermes
hijo?
– No
papá respondió el pequeño.
– Escucha
hijo, aquí tienes los dos dólares que me pediste.
– ¡Gracias
papá! – dijo el niño y acto seguido metió sus manitas debajo de la almohada y
sacó tres dólares más.
Entonces
le dijo:
– ¡Papá
ahora sí que estoy contento, por fin tengo los cinco dólares que quería!
– ¿Para
qué quieres esos cinco dólares? – preguntó el hombre.
– El
niño extendió los billetes hacia su padre y le preguntó entusiasmado:
– Papá
¿Podrás ahora dedicarme una hora de tu tiempo?”
Nuestros
niños no necesitan tantos regalos, nos necesitan más a nosotros. Decimos que
los niños siempre están pidiendo, pero yo me pregunto, ¿no seremos nosotros los
que les acostumbramos a pedir, a darles, a comprarles y a que tengan y tengan incluso lo
que no necesitan? Tal vez porque nosotros no tuvimos tanto y no queremos que
les falte nada, o quizá otros porque sí tuvieron y quieren seguir dando porque es lo que saben hacer…
Pero
¿cuántos de nosotros en lugar de a "tener" les enseñamos a "ser"? ¿Cuántos de
nosotros les dedicamos tiempo de calidad si no disponemos de cantidad? ¿Cuántos
de nosotros somos conscientes realmente de lo que nuestros niños necesitan para
poder dárselo?
Los
niños necesitan algo más que regalos o que suplamos sus necesidades económicas
y físicas… Necesitan sentir abrazos, cariño, que les prestemos atención, que
les dediquemos un poquito de tiempo en el que sólo existan ellos y no estemos
haciendo nada más que acompañarlos por unos minutos, riendo con ellos,
disfrutando con ellos, jugando con ellos y sintonizando con nuestro propio niño interior.
Ellos son unos verdaderos maestros para nosotros, son el bálsamo que nuestra
alma necesita para sanar y recuperar el equilibrio, la felicidad perdida en ese
mundo de adultos tan austero, tan competitivo, tan de apariencias...
Los
niños son la alegría, la ingenuidad, la ilusión, la imaginación, la inocencia,
para ellos todo es posible y no hay nada que papá o mamá no puedan lograr o conseguir…
Todo lo que muchos de nosotros hemos perdido al hacernos “adultos” y creer que “siendo
grandes” debíamos olvidarnos de seguir jugando con la vida, sin darnos cuenta
de que la vida no es más que un juego y de lo que se trata precisamente es de
no dejar de jugar jamás.
Los niños
necesitan más aceptación y menos riñas, más reconocimiento y menos
resentimiento, necesitan que les potenciemos aquello en lo que son buenos y que
les apoyemos en aquello que lo son menos… si no lo hacemos así, volveremos a
crear seres llenos de inseguridades y con falta de autoestima y confianza en sí
mismos y yo creo que ya está bien de eso. Pues ya hay bastantes generaciones
intentando lidiar con todo esto cuando lo único que necesitaban y no supieron
enseñarles, es a aceptarse y amarse a sí mismos.
Comprometámonos
a hacerlo de manera distinta con nuestros niños. Enseñémosles lo que somos a
través de nuestras acciones, ellos necesitan modelos de vida, modelos
masculinos y femeninos para poder desarrollarse de modo adecuado y equilibrado, para que esas dos energías de lo masculino y lo femenino estén presentes en cada uno de ellos al 50%.
Nada ni
nadie puede aportar a tus hijos lo que tú puedes darles, si no dispones de
mucho tiempo dedícales lo poco que tengas, pero haz que esos minutos que puedas
estar con ellos sean de calidad, que sientan que son lo más importante para ti…
nada de lo demás que les des será como unos minutos contigo aunque parezca que
sí. Las horas de televisión, los juegos, el tiempo que pasan con videojuegos o
actividades extraescolares, por muy emocionantes que sean y mucho que les
gusten no podrán nunca brindarles el amor que reciben de ti, de un gesto tuyo
de aprobación, de una de tus sonrisas que les infunde valor como personas y les
hace sentir importantes y amados por ser ellos mismos.
De cara
a este nuevo año y como una pequeña aportación a este Día de Reyes, quería
dejaros estas reflexiones para los que tenéis hijos, sobrinos y/o nietos, que
supongo seréis la gran mayoría.
¿Quién
sabe?, quizá esta podría ser la principal de las grandes propuestas que nos
hagamos para este Mágico Año que acaba de empezar, hacer sentir a nuestros niños lo importantes que son para nosotros, centrarnos en enfatizar sus
virtudes y dones, todo lo positivo que hay en ellos, corregir con amor aquello
que sabemos pueden mejorar… y encontrar unos minutos de calidad cada día para
poder dedicárselos.
¡Crecen
tan deprisa!, que si no lo hacemos ya, podríamos quedarnos sin niños antes de
darnos cuenta y después… ya será demasiado tarde… se nos habrán ido de las
manos y no sabemos si deberemos pagar a psicólogos o psiquiatras para que
intenten arreglar lo que podríamos haber hecho nosotros con un poquito de amor
verdadero e incondicional cada día. Y si al menos damos con buenos profesionales,
de esos que intentan ayudar de verdad sin dar un pronóstico relámpago y una
medicación inmediata, ¡no todo estará perdido!
¡Qué
vuestro regalo más importante sea poder amar y cuidar siempre de los pequeños
que haya en vuestro hogar! No olvidéis que nunca dejamos de ser niños y que debemos recordar con mucha frecuencia a ese niño interior que todos llevamos dentro y sacarlo a jugar, si hay niños en casa, eso será muy fácil de conseguir si dejamos a un lado la seriedad, las responsabilidades, y todos esos prejuicios que tenemos y nos dejamos fluir con ellos.
Los niños
saben, sin lugar a dudas, cuándo son amados y aceptados.
¡Ojalá y los adultos lo tuviéramos tan claro como ellos! Nos ahorraríamos un montón de problemas e inseguridades y estaríamos más sanos. Porque no hay nada como sentirse amado y aceptado para ser FELIZ.
¡FELIZ DÍA DE REYES!
©Ahava
Iesu
Me encanta el realto, es precioso y muy certero, es todo lo que los niñ@s necesitan en mi opinión para ser felices y personas completas, un besito y gracias!!
ResponderEliminarPerdona que se me había pasado responder a tu comentario.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leerlo y comentarlo, me alegro que te haya gustado... Si queremos que las cosas cambien tenemos que ayudar a que así sea, nostros, los papás de hoy, niños de hace dos o tres décadas somos los más apropiados para hacer estos cambios. Está claro que nuestros padres lo hicieron lo mejor que pudieron, pero crearon una gran generación de personitas con falta de autoestima y carencias afectivas... si seguimos educando de la misma manera será imposible cambiar nada. Pero si somos conscientes de nuestra propia realidad, es mucho más fácil cambiarlo con nuestros hijos y no seguir repitiendo patrones...
Abrazos y sé vienvenid@ simpre que así lo desees.
Qué les pasará a los Reyes Magos que nunca visitan a los niños y niñas del tercer y cuarto mundo.
ResponderEliminarSi les pillas infraganti, pregúntales y me lo cuentas. Yo también estoy muy interesada en la respuesta.
EliminarAbrazos y feliz año.