umano desapareciera de ese planeta.
A veces aparecía disfrazado de sonrisa, otras
de una mano amiga e incluso a veces de una simple palabra de consuelo y, sin
embargo, a mí nunca me engañó, porque supe que tras los mil disfraces se
ocultaba mi más terrible enemigo, el Amor. Entregaré la mitad de mi reino a
aquel de vosotros que me traiga el cadáver del Amor entre sus brazos.
Uno de aquellos siniestros personajes se abrió
paso a golpes entre la multitud, se postró ante el Señor de las Tinieblas y
gritó:
- Gran señor, yo soy quien te traerá el cadáver
del Amor entre mis brazos, yo soy su enemigo natural, porque yo soy el Odio.
- Ve, amigo mío, y haz mi sueño realidad y
gozarás de la mitad de todo mi reino.
En una esquina de aquel salón, oculto tras una
columna, un personaje vestido de negro y con un gran sombrero que le tapaba el
rostro esbozó una extraña sonrisa.
El odio partió ante la envidia de muchos. Los
años pasaron y el Odio regresó cabizbajo y ante el Señor de las Tinieblas
manifestó su derrota:
- No entiendo, gran señor, he creado
desavenencias, malentendidos y todo tipo de agravios y cuando parecía que mi
triunfo estaba cercano, aparecía Él, y al final todo lo suavizaba, todo lo
arreglaba.
Tras el odio fueron la Pereza, la Rutina, La Desesperanza y muchos de los peores enemigos del hombre y, sin embargo, todos ellos al final fracasaron.
Tras el odio fueron la Pereza, la Rutina, La Desesperanza y muchos de los peores enemigos del hombre y, sin embargo, todos ellos al final fracasaron.
Súbitamente, se abrió paso entre la multitud
aquel silencioso personaje que vestía de negro y que tenía un sombrero que le
tapaba el rostro.
- Yo soy quien te traeré el cadáver del Amor
entre mis brazos.
- Todos antes que tú han fracasado y tú, a
quien ni siquiera conozco, pretendes triunfar. No me importunes, todo está
perdido.
Aquel extraño personaje partió. Pasaron años y de repente se presentó ante el Señor de las Tinieblas con el cadáver del Amor entre sus brazos.
Aquel extraño personaje partió. Pasaron años y de repente se presentó ante el Señor de las Tinieblas con el cadáver del Amor entre sus brazos.
Aquel personaje se quitó solemnemente su gran
sombrero y con un susurro que, sin embargo, hizo temblar a todos los presentes,
dijo:
- Lo has logrado, has conseguido lo imposible,
tuya es la mitad de mi reino, pero, por favor, antes de partir dime quién eres.
- Yo soy el miedo.
FIN
Está en cada uno de nosotros el decidir que quien va a triunfar en nuestra vida, es el amor y no el miedo.
Cuento incluido en el libro “Vivir es un Asunto
Urgente” ~ Mario Alonso Puig.
© Ahava Iesu
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