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viernes, 31 de agosto de 2018

USURPACIÓN DE IDENTIDAD


Usurpación de identidad

Quizá os preguntaréis el porqué de este post. La respuesta es muy sencilla, por si a alguien le pasa algo así, que no se asuste.

Evidentemente a mí me ha pasado recientemente, de lo contrario nunca se me habría ocurrido escribir estas líneas, pues jamás hubiera pasado por mi mente que algo tan común como al parecer es que te “roben” tu identidad, fuera posible, o bien ocurriera en la vida real. Al parecer algunos seguimos siendo “ingenuos” o “inocentes” aunque ya estemos acariciando cierta edad madura. Aunque creo que más que de ser “inocente” o “ingenuo” se trata también de otra cosa, de conciencia. Del mismo modo que hay seres conscientes que nunca contemplarían la posibilidad de hacer una fechoría de este tipo, hay otros seres menos conscientes que se dedican a vivir de ello e inciden y reinciden una y otra vez sin importarles nada más que salvar su cuello.

¿Cómo se usurpa la identidad de otra persona?

Según la RAE: usurpar, del latín usurpare, significa: 1. Apoderarse de una propiedad o de un derecho que legítimamente pertenece a otro, por lo general con violencia. 2. Arrogarse la identidad, empleo u oficio de otro, y usarlos como si fueran propios.

Nos quedamos en este caso con la segunda acepción que nos arroja el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “arrogarse la identidad… de otro” y usarla además “indebidamente”, como si fuera propia, para cometer así mismo un fraude. De modo que la responsabilidad de resolver y solucionar recaiga sobre el “usurpado” o de lo contrario el proceso judicial aplastará al “usurpado” porque pese y a pesar de saber que no ha sido el usurpado quien ha cometido el fraude, así está hecha la ley. Dicho de otro modo, el usurpado ha de “pelarse el culo”, y disculpar la expresión, para demostrar su “presunta” inocencia, o será enjuiciado por el acusador y la cuenta bancaria del usurpado, embargada (ya que la deuda se saldaría con la cuenta bancaria sin ser necesario pasar al embargo de los bienes e inmuebles pertenecientes al “usurpado”). ¿Cómo se os queda el cuerpo? 

Bien, pues si gustáis seguimos.

¿Cómo puedes llegar a saber que alguien usurpó tu identidad y cómo lo hizo?

Y digo “llegar a saber”, porque según para lo que sea que quien quiera hacerse pasar por ti te “robe” tu identidad, podrás llegar a saberlo o no. De hecho la mía ha estado “usurpada” durante 4 meses y me acabo de enterar ahora.

Robar la identidad de otro es tan fácil y, al parecer tan corriente, como que alguien conozca tu DNI y lo utilice sin tu permiso para “cualquier cosa” que se le ocurra, como ya podéis imaginar, no con buenas intenciones, porque quien tiene buenas intenciones no necesita suplantar a otro, ni hacerse pasar por él o ella. No necesita robarle algo tan sagrado como es su “identidad”.

No necesariamente tiene que conocerte a ti personalmente, simplemente tener acceso a la fuente que le pueda proporcionar tus datos y usarlos como propios, supongo que elegidos a dedo, no creo que quien lo hace se complique mucho más la vida por querer fastidiar a alguien en concreto. Me inclino más por esta opción que por otra que se me ocurrió al principio, la de que por “casualidad” haya inventado una serie de números y letra y que justo coincida con que son los de tu DNI, en este caso el mío. ¡Casi es más fácil que te toque la lotería aunque ni tan siguiera juegues!, ¿verdad?

Ahora ya voy comprendiendo mejor lo de la ley de protección de datos, y el casi “acoso” que sufrimos hace unos meses. Sin embargo; no somos conscientes de cuán vulnerables somos y seguimos siendo, aunque esta recién nacida ley entrara en vigor a finales de mayo. Porque esta persona que ha suplantado mi identidad, que la ha usurpado y mancillado obtuvo mi DNI y mi nombre y apellidos de algún lugar. ¿Alguna vez se me comunicará de dónde o cómo lo hizo? No lo sé. Tal vez, después de todo esto no llegue a saber nada más del asunto.

Como ya he dicho no sé qué razones puede llegar a tener un “usurpador” de identidades para hacer lo que hace, pero el que usurpó la mía (estoy convencida de que es él por algunas pequeñas pistas al escuchar atentamente a las personas con las que he hablado estos días), no tenía buenas intenciones, desde luego que no.

¿Cómo me enteré? Pues unos días atrás, se pusieron en contacto conmigo de una Asesoría Jurídica de Madrid reclamándome el pago de una deuda telefónica contraída recientemente. Lo primero que les dije es que era imposible que me buscaran a mí. Pero el DNI era el mío, por tanto la deuda era mía y el proceso judicial era contra mí. Entramos en un tira y afloja, también conocido popularmente como una “conversación de besugos”, pues yo le decía al señor que tenía que ser un error, que yo no tenía nada contratado con esa compañía telefónica, que no había firmado nada, ni me constaba de ningún modo tener un contrato con ellos, que opero con otra compañía y mis pagos están al corriente… pero el señor insistían en que el DNI que tenía era ese y el nombre (aunque los apellidos los decía al revés, cosa a la que él no dio ninguna importancia, ni la señorita con la que hablé al día siguiente, pero el oficial de policía que me tomó declaración sí) y que si esos dos datos eran míos, era a mí a quien buscaban, que no me acordaría de haber contratado esta otra línea.

Sí, sí, ahora somos todos memos y no nos acordamos de haber contratado una línea telefónica apenas unos meses antes. Afortunadamente, tan mal como para no recordar haber solicitado una línea telefónica con una compañía con la que no tengo absolutamente ningún vínculo, no estoy todavía. Pero si ellos te dicen que sí, pues da igual lo que les digas tú porque no te escuchan. ¡Eres culpable sin más!

¡Es tan increíble como cierto!

Le dije que el número de teléfono que me indicaba no era mío ni de ninguno de mis familiares y por fin llegamos a un punto de inflexión al darme la dirección a la que estaba asociado el número. Le contesté casi chillando y a la vez eufórica: “Yo no vivo ahí, no es mi dirección y nunca he vivido ni en ese pueblo, ni en esa provincia de España”. Aunque recuerdo que lo que realmente dije fue: “menos mal que hemos encontrado algo que ya no  me identifica como “culpable” ante usted. Después sí que dije todo lo demás aportando datos de localización y ubicación con pelos y señales.

Entonces el caballero soltó: “Pues debe haberse producido una usurpación de identidad”.

- ¿Qué? ¿Usurpación de identidad? ¿Pero de qué me está usted hablando, si llevo media hora diciéndole que no soy yo la persona a la que busca y usted insistiendo en que como tiene mi DNI soy yo y no hay más que hablar y que liquido el importe que me reclaman o inician un proceso judicial contra mí?

-Sí, déjeme hacer unas comprobaciones.

Como podéis imaginar yo estaba que me subía por las paredes a estas alturas de la conversación. Entonces me dice que tenía que ir a poner una denuncia de “usurpación de identidad” y mandarla en el plazo de 48 horas o el proceso seguiría contra mí.

- ¿Pero qué me está usted diciendo? No estoy en casa, no dispongo en este momento de escáner para mandarles el correo con la denuncia, no vuelvo a casa hasta el lunes 3 de Septiembre…

- Tiene hasta el 30 de agosto, o el proceso judicial seguirá contra usted. Ya le he dicho lo que tiene que hacer y si no tiene nada más que preguntar termino la llamada.

Y me colgó el teléfono mientras yo todavía hablaba... Además este buen hombre me dio el número de línea que me habían adjudicado equivocado. De eso me enteré al día siguiente cuando tuve que volver a llamar a la Asesoría Jurídica porque me faltaba un dato sin el cual no podía poner la denuncia. Con lo cual tuve que ir dos días a comisaría hasta que pude conseguir poner la susodicha denuncia.

¿Qué pasó? ¿Qué me pasó a mí?

Pues si seguís conmingo un poquito más, os lo cuento. Mientras hablaba con este señor tuve una sensación muy extraña, mi mente se retrotrajo a otro tiempo y me sentí igual de vulnerable que cualquier persona con una vida apacible y que de repente era acusada de bruja y de ejercer la brujería por cualquier vecina del pueblo que le tuviera celos, deseara a su marido, envidiara a sus hijos o la vida que llevaba, o realmente porque majara hierbas y preparara pócimas y mejunjes para ayudar al bienestar de aquellos que solicitaban su ayuda y eso escapara a la limitada entendedera de la acusadora…

¿Sabéis cuáles eran los tres requisitos por los que podías ser acusado de brujería en Edimburgo en la época de “caza de brujas”, durante la Inquisición? Como hace poco que he vuelto de allí es lo primero que me viene a la cabeza. En primer lugar ser pelirrojo, aquí en España, evidentemente este primer requisito no habría tenido ninguna relevancia pero en Escocia, como bien comprenderéis, sí; en segundo lugar tener una marca de nacimiento en el cuerpo, una simple peca te podía llevar a la hoguera (pues podría ser considerada como la señal del diablo en tu cuerpo y por tanto tu oculto y oscuro culto hacia su persona). Y en tercer lugar tener un tercer pezón, se dice que un 2% de la población femenina lo tiene y un porcentaje un poco menor en los hombres. Con uno de estos requisitos era suficiente para ser juzgado, condenado, ahorcado y posteriormente quemado.

Pues eso es lo que estaba sintiendo en ese momento, mientras este señor hablaba diciéndome que como tenían mi DNI era yo la persona a la que buscaban y por más que yo lo negaba, él ya me había condenado y se sentía con el derecho de acusarme, juzgarme y exigir que todo el peso de la ley recayera sobre mí.

Esto mismo intenté explicar al policía que tan amablemente tomó mi declaración para hacer la denuncia. Y me asombré cuando me respondió que lo entendía. A veces me parecen tan tenues las diferencias entre unas épocas y otras.

¡Cuán vulnerables podemos llegar a sentirnos! Al menos en esta ocasión no muero en la hoguera por una vecina celosa que me acusa de brujería para beneficiarse a mi esposo. En esta ocasión pretendía hacerme “morir” alguien que necesitaba robarme mi persona para cometer un fraude, un delito. Algo que probablemente hizo con toda su sangre fría y sin importarle los problemas, molestias o quebraderos de cabeza que pudiera generarle a la persona que intentaba suplantar.

Y escribo además todo esto para responder a alguna persona que sentía interés en conocer mi parecer sobre este asunto.

Ayer, con la intención de ampliar lo máximo posible el enfoque de este tema decidí hacer una consulta en mi perfil de Facebook. Pregunté:

“¿Alguna vez os han usurpado la identidad?
Si os ha ocurrido u os ocurriera, ¿cuál creeríais que es el mensaje que os está enviando el Universo?”
Y algunas personas, muy amablemente me dieron su opinión. Os estoy muy agradecida a todas y como muestra de ese agradecimiento os comparto mis impresiones a este respecto.

Ya sabemos que somos “individuos” aquí y ahora en la materia. En otros planos de conciencia (hablo del plano espiritual), ciertamente y como algunas personas me dijeron y yo estoy de acuerdo con sus apreciaciones; no tenemos una “identidad” que pueda ser usurpada, simplemente por el hecho de que no existe la separación y no existimos como “individuos”. Pero cuando encarnamos sí encarnamos con una “identidad” y debemos además estar agradecidos a esa identidad que adquirimos porque es la que hace posible que seamos lo que venimos a ser y podamos vivir las experiencias que necesitamos para seguir avanzando en nuestra evolución a todos los niveles, interpretando nuestro papel en la obra de teatro que es la vida del mejor modo posible. Por tanto, aquí y ahora es importante nuestro cuerpo y nuestra identidad, porque durante este instante que durará nuestra vida, ese cuerpo es el maravilloso y mágico templo que contiene lo más sagrado que sí somos y quienes somos verdaderamente. Además, aquí, en el plano físico, mi cuerpo, mi nombre y mis apellidos son importantes y merecen ser cuidados, mimados, atendidos y defendidos, sobre todo si son vulnerados o burlados de alguna manera. 

Se habló también de “identidades”, de identificarse con ideas o ideales, personalidades, creencias, pensamientos, lealtades, herencias (no económicas precisamente)… sin embargo; eso no es lo que somos (y sé muy bien que a la persona que lo apostilló le consta). Estas cosas no son tu identidad, no es realmente quien tú eres.

Quizá tampoco es nuestra verdadera identidad la de nuestro nombre y apellido que va asociado a un DNI que adquirimos (antes a los 14 años y ahora prácticamente desde el nacimiento). Sin embargo; sí es esto lo que al final acabamos siento para la ley, para las compañías de seguros, para la luz, el agua, el teléfono, el gas, para hacienda, para el juzgado, para poner una denuncia, para inscribirnos en cualquier página, trabajo, abrir una cuenta de correo electrónico… es nuestro número registrado como DNI, al introducir nuestro DNI en ciertos dispositivos oficiales (o no), aparecen nuestros datos, nuestra identidad para esta encarnación. Que será un dato irrelevante en la historia del alma, pero que es de los más significativos en la historia personal, porque es quien somos y a quien representamos.

Otras personas hablaban de envidias, que por celos y envidias algunos quieren o intentan suplantar a otros, porque les admiran en secreto o no y sienten esa necesidad de usurpar la identidad personal de su objeto de envidias o admiraciones.

También hubo quien opinó que ella entendía que el universo advertía al suplantado de coger su lugar en el mundo y vivir su vida, porque era como si estuviera viviendo fuera de sí mismo y por eso otro había “cogido” su lugar.

Hubo quien expresó su miedo ante un suceso así y quien habló de vibraciones negativas al pensar al respecto porque no pensaba que pudiera haber nada positivo en la acción de quien tuviera intención de hacer algo así.

Bien, pues mi opinión, que interesaba algunas personas es que hay parte de razón en todas las respuestas, para mí ha sido una experiencia muy curiosa e interesante observar y analizar cada respuesta que me habéis dejado. Lo que decimos siempre tiene un poquito de nosotros mismos, de nuestras inquietudes, temores, de algo que nos ha pasado o que simplemente imaginamos, pensamos, soñamos o sentimos. 

Cuando algo así te pasa necesitas tiempo para emparejar la vorágine de sensaciones que en ese momento llegan a ti. Te preguntas de dónde habrá obtenido tu identidad, si habrá tenido algún escrúpulo a la hora de utilizarla, te preguntas si le habrá temblado la voz o la conciencia al apoderarse de tu nombre y tus apellidos, algo en parte sagrado que te dieron tus padres, y soltarlos a bocajarro para contratar algo que va a disfrutar él en tu nombre (hasta que le pillen, eso sí). Te preguntas si está acostumbrado a las mentiras y a “robar” en general, si en algún momento pensará realmente en lo que está haciendo. Te preguntas si has hecho bien las veces que has firmado poniendo DNI, nombres y apellidos determinadas causas que veías justas y en las que has querido participar cuando en ocasiones te han pedido ayuda determinados colectivos o personas por la calle. Te preguntas si no será un error humano a la hora de escribir ese DNI a través de la computadora, una permuta en algún número o algo así, inofensivo, sin mala intención. Te preguntas si llegarás a saber algo alguna vez, si se acabará celebrando un juicio donde seas reclamada, si te volverá a pasar. Y te asusta ver que es tan sumamente fácil que alguien, sea quien sea, te meta en un embolado de narices por falta de conciencia y, dicho sea de paso, de vergüenza; o bien por un error humano. Te das cuenta de cómo la gente inventa y conjetura para dar una explicación y cuando les dices: “mira que no, que no es así”, te responde: “Bueno, pues lo que usted diga”, quedándote en el cuerpo esa desagradable sensación de que no te creen y te preguntas cómo puedes defenderte y mostrar la verdad para que puedan verla del modo tan claro a como lo haces tú. Porque tú sabes donde has vivido y donde no, ¿verdad? Y sabes que no puede ser un vecino que tuviste cuando vivías allí, antes de trasladarte a donde vives ahora, ¿no?

Pues eso, impotencia, indefensión, vulnerabilidad, rabia por ver que cada uno piensa lo que quiere sin escucharte, sin dar credibilidad a tus palabras hasta que después de intentar defenderte con uñas y dientes se presentan “datos” concluyentes que inducen a una “duda” de que seas culpable de aquello de lo que se te acusa. Y tú estás ahí, en un momento de ingravidez en el que no das crédito y no puedes creerte lo que está pasando. Como si fuera una película de ficción con la que no puedes identificarte por que no sientes que va contigo, porque no es tu batalla, ni tu guerra, pero te han metido en ella. 

Sí, sinceramente creo que es mucho lo que uno puede extraer de un suceso como este y que cada persona verá más una parte u otra dependiendo de aquello que ya tenga trabajado y de lo que le quede por trabajar.

También llego a otra conclusión, quizá no debemos analizar todo aquello que nos pasa con extrema profundidad para ver qué es lo que nos quiere decir o qué mensaje pueda tener o no el Universo para nosotros. Creo que a veces las cosas son mucho más sencillas y pasan para mostrarte tu evolución, para ver cómo te manejas ante una situación desquiciante que se torna un tanto complicada. Para ver cómo reaccionas cuando una persona que no sabe nada de ti y no conociéndote de nada, insiste en que la persona que te ha suplantado la identidad te conoce porque de lo contrario no podría tener tus datos, que será de cuando tú viviste en “X” provincia o un vecino de cuando te cambiaste de casa. Y tú insistes en que has vivido toda tu vida en el mismo sitio, que no has estado en ese lugar desde que estabas en la universidad y que se encuentra a más de 400 Km de tu casa y a más de 20 años de distancia. Que no es un conocido, un amigo ni un familiar, que esa persona no te conoce de nada, ni tú a ella…

A veces creo que cuando pasan cosas así, son una prueba para ver cómo te manejas y poder aprender de ello. O bien darte tres palmaditas sobre la espalda para decirte: “qué bien lo has llevado”, “qué bien has reaccionado y manejado la situación”…, o darte cuenta de que aún quedan cosas por resolver contigo misma y aparecerán los: “de nuevo perdiste los nervios y te dejaste llevar por la histeria”, “hay que seguir trabajando con la mujer guerrera que hay en ti para que se tome las cosas con más calma”… o cualquier otra cosa que te susurre tu corazón y que tú sientas que está relacionada contigo y te dice algo que te ayuda a crecer.

Y por supuesto, por supuestísimo que me quedo con esos dos besos que me mandó el “universo” de mi amigo Antonio, compañero de fatigas en los últimos años en la facultad y el amado esposo de una de mis mejores amigas de aquella época. Una de las etapas que recuerdo con más cariño y afecto de mi vida pues para mí aquellos 5 años de carrera fueron un regalo donde coincidí con personas, momentos y lugares que iban a dejar una huella perpetua e imborrable no sólo en mi corazón, sino también en mi alma. Una huella muy positiva, por supuesto que el día que me vaya, contará y sumará como parte de ese montoncito de días más felices de mi vida que adornarán mi epitáfio y le darán sentido a mi existencia y a esa "identidad" que quedará aquí y que habré dejado de ser yo.

Gracias de nuevo a todas las personas que habéis querido obsequiarme con vuestro punto de vista, pues me habéis ayudado a observar desde distintos enfoques ampliando así mi campo de visión y comprensión. Creo que esto es muy importante, al menos para mí, ampliar las miras a la hora de otear el horizonte, es lo que hace que pueda ver mucho más allá de lo que en un principio estaría establecido como su límite.

En la vida todo son experiencias que nos enriquecen si permitimos que así sea, o nos hunden si les dejamos. Mi guerrera, enterrada por mucho tiempo, vuelve a estar a mi lado y ya no permite que me hunda, me mantiene en un sutil equilibrio. Me susurra que siempre hay algo que aprender, recordar o reafirmar y toda experiencia es un regalo que agradecer.

Si alguna vez os pasa algo así, no temáis, que todo acaba solucionándose. Quien te suplanta, no te piensa, imagino que solo le interesas para cometer el delito para el que necesita ser “otra persona”, pero no le importas ni le interesas para nada más, has sido solamente un número asociado a un nombre que extrajo de algún sitio de manera arbitraria. Y aunque no deja de ser escalofriante, probablemente al final solo fuiste para ese usurpador un montón de letras y números que se ordenaron de manera que apareciste tú.

Sigo pensando que todo aquello que nos pasa, es por algo y no precisamente para fastidiarnos, sino para seguir aprendiendo y evolucionando.

Un cordial saludo para todos los que lleguéis aquí y decidáis leerme. Os deseo un buen viaje y que podáis caminar la belleza de vuestra vida con alegría, entusiasmo y felicidad.

Paqui Sánchez

 ©Paqui Sánchez

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