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sábado, 26 de octubre de 2013

LA MUJER MASAI



La Mujer Masai
Viajé a Kenya, con ganas de ver el gran parque de Masai Mara, con todos sus animales salvajes, las manadas de ñus y los elefantes, el galope de las jirafas y los antílopes, el refugio de los leones...
Encontré una cabeza muy bonita, llena de adornos en las orejas y en el cuello, aunque con muy poco pelo, de una mujer que pertenecía a la tribu de los masai, y allí me quedé. Vivía en una choza construida con excrementos de vaca y de paja, y en las noches frías encendían una hoguera.
Su marido, un guerrero masai, había vuelto de la guerra. Volvió, sano y salvo, al poblado donde vivía con su mujer. Antes de su partida, la amaba mucho, pero la guerra le había cambiado. Los horrores que había visto lo habían convertido en un hombre triste y amargado. Su mujer solía llorar desconsolada, porque ya ni siquiera la miraba, casi ni le hablaba, le resultaba completamente indiferente. Solo tenía para ella gruñidos y gestos bruscos. Pero la mujer seguía amándolo, y, desesperada, un día fue en busca de un adivino.
- ¿Qué debo hacer para recuperar el amor de mi marido? – le preguntó al adivino, después de contarle su problema.

- El mago inclinó la cabeza y meditó largo rato. Por fin, levantó la cabeza y dijo:

- Tu problema es muy difícil. Dame un día para consultar mis sabios libros y vuelve mañana. Entonces, te diré lo que debes hacer.

Al día siguiente, la mujer se presentó ante el sabio y este le dijo:

No conseguirás recuperar el amor de tu marido hasta que no hayas conseguido rizar los bigotes del león Narok.

- ¡Pero qué dices! – exclamó la mujer asustada, pues el león era terriblemente feroz y había devorado a varios valientes guerreros que habían atrevido a enfrentarse con él.

- Así es como se ha pronunciado la magia – contestó el adivino. 

La mujer se puso muy triste al pensar lo terrible y difícil que iba a ser recuperar el amor de su marido. Pero no se desanimó. Volvió a su casa, mató un cabrito y fue a dejarlo al lugar donde sabía que el león dormitaba por las tardes. Se quedó por allí y desde lejos vio llegar al león y comerse con voracidad al cabrito.

Al día siguiente hizo lo mismo, pero se acercó un poco más. El tercer día, el león, harto, se comió su cabrito, mientras la mujer lo contemplaba ya muy cerca. El león movió la cola y se marchó.

El cuarto día, el león se acercó al cabrito preparado, se sentó meneando la cola, lamió aquel sabroso manjar y se lo comió rugiendo de placer mientras miraba a aquella mujer que se lo había llevado y que estaba justo al lado.

El quinto día, se echó a los pies de la mujer que tenía el cabrito preparado en sus manos, y ello se lo fue dando pedazo a pedazo. Después de comérselos todos, el león bajó la cabeza y la apoyó en las rodillas de la mujer que se había sentado. Ella le acarició la melena y estuvo jugueteando con sus bigotes hasta que consiguió rizárselos.
Al día siguiente, se presentó ante el mago y le contó lo sucedido. Este le contestó:
- Mujer, ni yo ni nadie puede ayudarte. Después de lo que has conseguido, recuperar el amor de tu marido es lo menos que puedes conseguir. El empeño y la fortaleza que has mostrado es algo mucho más importante que te acompañará siempre toda la vida.

Cuando regresó a su casa, se sentía tan fuerte y tan segura de sí misma que no solo consiguió de nuevo que su marido la adorase, sino que su hazaña se corrió voz en voz, hasta convertirla en una leyenda. Todo el mundo viajaba de pueblo en pueblo para que le contagiase un poco de sabiduría y fuerza.
Con la muerte del anciano adivino, se convirtió en la nueva sabia de su tribu y a lo largo de su vida, sólo proclamó una idea entre sus gentes, que dicha de sus labios se convertía en mágica:

Busca en tu corazón un amor tan grande que te haga buscar un león para rizarle los bigotes. Esa es tu gran motivación y la fuerza que te impulsará en tu vida. 


©Ahava Iesu

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