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miércoles, 7 de octubre de 2015

PADRES SHERPAS O PADRES GUÍAS...



 

Padres sherpas o padres guías

Para las personas que hacéis montañismo, estos términos os resultarán familiares. En muchas ocasiones, cuando queremos descubrir montañas o rutas nuevas, ascender a cimas que suponen auténticos retos para nosotros, buscamos el apoyo o la compañía de un guía o un sherpa. La elección entre uno u otro no es banal, ya que cada uno tiene una función y nos acompaña de manera diferente en nuestro camino.

El sherpa es aquella persona que tiene como objetivo que tú llegues a la cima. Para ello, carga con la mayoría de objetos que portas en tu mochila; ante las dificultades, coloca cuerdas para que pases sin apenas dificultad; prepara todo lo necesario para que no te falte de nada en el camino; incluso, botellas de oxígeno por si fuera necesario; prepara tu desayuno, tus comidas; derrite el agua que debes de beber…todo esto lo hace para que tú tan sólo te preocupes de andar y seguir hasta la cima. El esfuerzo se centra ahí, de lo demás se encarga él.

El guía, sin embargo, tiene otra función. Él te acompaña hacia tu cima. Aunque alcanzar la cima no es su principal objetivo. Lo importante es el camino que hacéis juntos. Él te va contando las posibilidades que hay para llegar a tu meta, vais haciendo el camino juntos. Cada uno lleva su comida, su mochila, el material necesario para la escalada. El guía va viendo tu nivel de preparación y proponiéndote caminos ajustados a tu capacidad; incluso, te reta a «ir un poquito más allá», enseñándote a colocar una cuerda en un  momento dado, a asegurarte en caso pasar por neveros con peligro de grietas, etc. Te acompaña en la ruta, parando a descansar cuando lo necesitas, disfrutando de la ascensión, mostrándote el paisaje, el camino, transmitiéndote esa pasión por lo que hace y vive.

Padres sherpas

Nosotros, como padres y madres, podemos elegir ser padres sherpas: allanar el camino a nuestros hijos, eliminarles cualquier dificultad que encuentren, con el único fin de que sean “felices”. Y, así, nos convertimos en personas súper-protectoras, evitamos que nuestros hijos fracasen, se equivoquen, lloren, sientan tristeza, frustración en ocasiones, asuman en definitiva la responsabilidad de su vida. Y así, dedicamos horas y horas a hacer sus deberes, esos que a ellos en pocas ocasiones aporta mucho; pero que nosotros NO permitimos que lleven sin hacer a las escuela, les resolvemos sus problemas para que no sufran, respondemos ante sus errores, les cubrimos de regalos y cosas materiales para que no les falte de nada y sean admitidos por sus amigos, no vaya a ser que se sientan rechazados…Y todo ello porque nuestro objetivo es que sean personas que lleguen a “ganarse la vida y tengan éxito”. Así son los padres sherpa.

Pero ¿qué sucedería si un día el sherpa tiene un accidente o decide no seguir, esto es, si desaparece? Nos quedamos solos en la montaña. No sabemos la ruta de vuelta, porque no nos hemos preocupado del camino, podemos quedarnos atascados, ya que no tenemos ni idea de cómo asegurarnos en un paso difícil o ni siquiera podemos poner una cuerda… O nos rescatan, o vamos a pasarlo muy mal en el camino de vuelta a casa.

¿Qué pasará cuando –como padres sherpas– ya no estemos con nuestros hijos, o decidamos que ya es momento de que ellos maduren y asuman el timón de su vida? Pues que no sabrán hacerlo, que se sentirán perdidos, que no serán capaces de responsabilizarse de su vida porque no han tenido opción antes de desarrollar esa capacidad y verán la vida como víctimas, buscando culpables por lo que les pasa y enfocados en encontrar otro sherpa en forma de pareja, amigos, que les devuelva su forma de vida cómoda, fácil y a la vez, vacía.

Padres guías

Los padres guía acompañan a sus hijos desde otro sitio. El primer paso que dan es pararse a mirar y desarrollar su papel de guía. Se preguntan ¿qué clase de guía quieren ser para sus hijos? Tienen claro que en función de cómo ellos vivan la ruta, la disfruten, la sientan, así van a transmitirlo a sus hijos. Acompañan a sus hijos y ellos se convierten también en aventureros.

Van creciendo y descubriendo las alternativas a la cima junto a sus hijos, les proponen caminos ajustados a sus capacidades, les retan a ir un poquito más allá porque confían en ellos, les conocen, observan sus aptitudes y actitudes, sus talentos y dan espacios de autonomía que hacen que ellos se sientan seguros.

Y es una seguridad activa, que viene de dentro, de la confianza en sus capacidades, en todos esos recursos que están dentro de él y con los que pueden contar cuando lo necesite. Para ello necesita creer en él, sólo así disponer de ellos cuando los necesite.

Enseñan a sus hijos  a poner cuerdas en el camino para pasar los pasos difíciles, reparten el peso del material, preparan juntos la comida, derriten nieve cuando tienen sed. No allanan el camino a la cima, la comparten, asumen cada uno responsabilidades en función de su experiencia y capacidades.

El padre guía no lleva en brazos a su hijo si no puede más, se para a descansar con él y quizás sin llegar a la cima, decide que hay que darse la vuelta. Y acompaña a su hijo en la decepción o en la frustración por no haber alcanzado la cima, respeta su tristeza o su enfado, al igual que comparte su alegría cuando el reto está cumplido.

El padre guía acompaña desde su experiencia de vida, su humildad como aprendiz permanente de vida, con su mirada creativa y paciente, para que el ser que acompaña se sienta visto, reconocido.

Y, así, estaremos convirtiendo a nuestros hijos en personas responsables de su vida, con autoestima sana, proactivos. Y, cuando dejemos de salir a la montaña como guías, ellos se sentirán confiados, preparados y responsables de lo que les sucede. Se convertirán en protagonistas de su propia cima, de su propia vida.

Puedes ser sherpa o guía para tu hijo/a.
¿Qué eliges?
Autora: Julia de Miguel


Fuente:



Quiero dar las gracias a mi hermano Carlos por mandarme esta información.  Me ha parecido tan interesante que he querido compartirla con todos vosotros.

Ahora toca reflexionar un poquito sobre cómo estamos educando a nuestros hijos, cómo actuamos y nos comportamos con ellos y si estamos contentos con el resultado. Si es así, excelente, pero si tienes dudas o tienes claro que algo falla, date la oportunidad de cambiar tu relación con ellos y observar las diferencias con ese cambio de actitud.

Cualquier decisión que tomes, si la tomas conscientemente, es la adecuada, ya que cada persona está en un momento consciencial diferente y ha de vivir diferentes experiencias que le aporten lo que necesita para completar su evolución. Por eso siempre digo que no hay nada bueno ni malo, todo es. Todo depende de mi actitud ante lo que sucede y cómo yo me tome lo que me pase.

Awen caminantes.



©Ahava Iesu

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