La Magia de Descubrirte
Sé que soy completa en mí misma y que no necesito a
nadie que me complemente para sentirme plena. Mi pareja, mis hijos, mis padres,
mis hermanos, mis familiares y amigos… no me completan, sin embargo, son el
mayor de los regalos que he recibido para acompañarme en el camino de la vida.
Sé que la felicidad es un estado en el que se puede
vivir siempre, ya que no depende de nada externo a mí y además, dentro de mi
felicidad me permito sentir todas las emociones que me habitan. Soy feliz
cuando me siento alegre, pero también soy feliz cuando me siento triste porque
me doy permiso para sentir y vivir esa tristeza, no la reprimo, no la eludo,
no la niego. Me abrazo a ella y la siento y le digo que me cuente
qué le pasa, de dónde viene y para qué se manifiesta. La acuno y le pregunto si
hay algo que yo pueda hacer por ella y la abrazo de nuevo, la abrazo fuerte
dándole el espacio y la comprensión que necesita hasta que sana y se transforma
en bienestar.
Si en mi mente todavía está asentada la idea de que mi
felicidad depende de lo que haga otra persona o del resultado de cosas externas
que además no dependen de mí, como proyectos, éxitos, metas… Nunca seré feliz,
siempre habrá algo que me impida alcanzar la felicidad plena porque no habré
entendido el concepto de la verdadera “felicidad”.
Sé que mis ideas y mis pensamientos son limitantes,
que solo sirven para mí, porque son los que ha creado mi mente en base a mis
circunstancias personales, mis
principios, la sociedad en la que vivo y la época histórica en la que he
nacido… Y como yo los creo, también puedo soltarlos y limpiar mi mente de ellos
para que nuevos pensamientos puedan llegar a mí. Y esos pensamientos “nuevos”,
que seguramente no son tan “nuevos”, puedan ayudarme en mi proceso de
transformación, ampliar mi visión de la vida, abrir mi mente y expandir mi
corazón. Creo recordar que fue Albert Einstein quien dijo: “La mente que se
abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original”, pues eso mismo. Cuando
te expandes, te abres a millones de nuevas posibilidades que pueden ser
sorprendentes. Recuperar la capacidad de sorprenderse a una cierta edad, es simplemente
maravilloso.
Sé que la vida no está “contra mí”, que todo lo que me
pasa es para observar mi reacción y comportamiento ante eso que me está
sucediendo, para aprender y para ver cómo me manejo ante las diferentes
situaciones que se van dando en mi experiencia como humana. La vida camina
junto a mí, acompañando mi sendero. Cuando eres capaz de soltar ese pensamiento
de “el mundo contra mí” y transformarlo en “el mundo conmigo”, se siente como
un cosquilleo por todo el cuerpo, como el inicio de algo que no has
experimentado hasta ahora y que no sabes hacia dónde te lleva pero que sientes
como algo maravilloso. En fin, en momentos así, porque se viven
muchos, solo puedo decir: “Wow, la magia existe de verdad”.
Sé que soy un ser espiritual viviendo una experiencia
humana y todo eso que se dice, pero soy más consciente que nunca que he sido
bendecida con una vida humana, para vivir esta experiencia como humana, para
aprender a ser humana, para recordar como humana la divinidad que me habita que
no es más que un pedacito de amorosa consciencia expandida. Somos eso, AMOR.
Sí, con mayúsculas.
Sé que la vida te lleva, te trae, te da, te quita… y
en todo este vaivén de montaña rusa que sube, que baja, que se para y que
acelera, estás tú, sí, tú.
¿Y quién eres tú? No, no te he preguntado a qué te
dedicas o qué haces para “ganarte la vida”, te he preguntado quién eres tú.
¿Sabes quién eres?
Esta es, tal vez, la pregunta más importante y
trascendental que te van a hacer en la vida y cuya respuesta, es "LA
RESPUESTA”.
Cuando averigües quién eres, sabrás también de dónde
vienes y a dónde vas.
¿Y sabes cómo puedes averiguar quién eres? Prestándote
atención.
Nos hemos inventado una vida en la que estamos todo el
tiempo corriendo en alguna dirección, a veces sabemos hacia dónde corremos y
otras no, vamos de un lado para otro sin ningún tipo de criterio, tal vez nos
movemos por inercia o porque hacia allá es hacia donde la gente que se mueve en
masa va y como no sabemos dónde ir, les seguimos sin cuestionarnos nada más.
Tenemos prisa, vamos con prisa a todas partes, incluso en los momentos de ocio, distensión y divertimento tenemos prisa, porque nos hemos acostumbrado a correr todo el tiempo. Ya casi nadie se detiene a contemplarse o a contemplar lo que le rodea. Vivimos con premura, escapando de nosotros mismos porque tenemos miedo de mirarnos, descubrirnos y reconocernos. No estamos con nosotros, no nos acompañamos, no nos vemos.
¿Quieres conocerte? ¿Quieres saber quién eres? Para,
sí, para. Baja el ritmo, deja de correr como pollo sin cabeza. Deja de
eludirte, deja de esconderte y de intentar vivir la vida de los demás o de
procurarte esa vida “ideal” que alguien diseñó para ti sin consultarte y como
no puedes alcanzarla, porque no es tu proyecto, te culpas y castigas cada día
por no estar a la altura de lo que otro decidió para ti, de las expectativas
que otros crearon para ti.
Detente, comprende que el único modo de avanzar es
deteniéndote. Necesitas parar para volver a ti. Date tiempo para estar contigo,
como si fuera una primera cita, y luego otra y otra y así, hasta que te hayas
dado espacio suficiente para conocerte de nuevo y conectar contigo. Así podrás
descubrir qué cosas te gustan y cuáles no, qué quieres en tu vida y qué quieres
desechar de ella. Así llegarás a tener una relación tan sana contigo misma, que
cuando vayas a darte cuenta, no solo sabrás lo que quieres para tu vida y
encontrarás las agallas y las fuerzas para conseguirlo, sino que no tendrás
ninguna duda de quién eres. Es más, ¡te habrás enamorado de ti para siempre!
Lo único que necesitas para conseguir saber quién eres
es honestidad. Sí, honestidad, sé siempre honesta contigo misma, prométete no
volver a mentirte, ni a engañarte, ni a camuflar la verdad, no te escondas más
por miedo a que te vean y te puedan juzgar o despreciar. No dependas más de las
opiniones de los demás, ni de sus valoraciones positivas, ni
de las negativas.
Al reencontrarte contigo misma te haces fuerte y
cuando te haces fuerte comprendes que vivías en una mentira llena de
manipulaciones y dejas de necesitar la aprobación de los demás y de depender de
sus opiniones sobre ti o tu vida. Suelta todo ese miedo a no ser suficiente y a
no estar a la altura de las expectativas de los demás y empieza a vivir de
verdad tu propia vida, con amor, con consciencia, con equilibrio, con
entusiasmo, con alegría, con pasión, en paz.
Voy a concluir con una frase adaptada de Sergi Torres
que ha terminado por gustarme mucho. Sergi, en sus charlas, en sus libros…
utiliza mucho la expresión “¿Me acompañas?" o "¿Me acompañaste hasta
aquí?” Y yo quiero preguntarte: “¿Te acompañaste hasta aquí?" "¿Estás
dispuesta a acompañarte desde aquí?”
Con Amor,
©Paqui Sánchez