Cerrando ciclos
Ahora
ya sí que nos quedan horas para que el calendario gregoriano llegue a su fin y
la rueda del tiempo gire de nuevo para poner punto y final a este 2019, que a
la vez nos traerá el nacimiento del año nuevo. Una vez más podemos ver que es
necesario morir a lo viejo para volver a nacer a las nuevas experiencias que
nos están esperando. La pregunta es, ¿estás lista para dejar atrás lo que ya no
necesitas, cerrar puertas y ventanas que ya cumplieron con su misión y te
ofrecieron oportunidades y paisajes para disfrutar? ¿Estás lista para agradecer
por todo lo que fue y lo que no fue y seguir adelante confiando en que se
abrirán nuevos caminos por los que transitar? ¿O te empeñas en reabrir esas puertas y ventanas y en no permitirles que se queden atrás?
¿Has
integrado el aprendizaje que te trajeron las experiencias y vivencias de este
año que está por terminar? Porque si has integrado el aprendizaje de lo vivido,
en lugar de repetir experiencias, estarás preparada para atraer a tu vida otras
nuevas y seguir nutriendo el cuerpo y el alma, para seguir creciendo y
evolucionando no solo como persona, sino también como alma. Pero si te quedan
cosas por integrar, no te preocupes, la vida te pondrá de nuevo a prueba para
darte la oportunidad de superarte a ti misma. Si has estado atenta a tus
experiencias, sabrás cómo resolver las venideras. Tan solo confía en ti.
Sé
que la situación es complicada cuando estamos inmersos en un cambio, pues muy
pocos son capaces de ver el todo el lugar de las vivencias puntuales que se
producen en el día a día durante el tiempo que dura ese cambio o
transformación. El día a día se hace difícil y tenemos la sensación de no
avanzar, de estar repitiendo una y otra vez la misma historia sin saber cómo
salir de ahí. Sin embargo, cuando hemos superado la prueba, cuando hemos
conseguido dar un paso más en nuestra evolución y además somos conscientes de
ello, la mayor parte de las veces pensamos que ha merecido la alegría el
esfuerzo y todo lo que hemos pasado para llegar donde estamos en ese momento. Porque
desde ahí, desde la nueva meta alcanzada sí somos capaces de echar la vista
atrás y comprender el lugar que ocupaba cada pieza de ese puzle que no sabíamos
dónde encajar.
Muchas
veces nos decimos a nosotros mismos o a personas en las que confiamos: “No
estoy bien, pero es que no sé cómo hacer para salir de esta situación que se
repite una y otra vez”. Haz lo que “no”
has hecho hasta ahora, haz algo distinto, intenta resolver desde otro enfoque;
porque si lo que llevas haciendo toda tu vida no te ha dado el resultado
satisfactorio que querías o buscabas, es porque has de cambiar algo de lo que
estás haciendo, de lo contrario no conseguirás salir de donde estás inmersa.
Y
nunca pienses que lo has intentado todo, no es cierto, seguro que quedan cosas
por probar, porque si lo hubieras intentado todo, no seguirías estando donde te
lamentas estar. Probablemente lo que te falta por hacer (eso que aún no has
hecho), te supone un gran esfuerzo, supone que debas salir de tu zona de
confort, armarte de valor y enfrentarte a tus miedos y tus fantasmas, a las
sombras que te habitan y no siempre estamos dispuestos a ello. A veces es más
fácil rendirse, llorar, consumirse, sumirse en la pena y en la tristeza y
vestirnos con el traje de fiesta de víctima que nos suele sentar muy bien a
todos. Y lamentarnos, lamentarnos de que la vida es injusta y se ha cebado
especialmente con nosotros. No conseguimos levantar cabeza y cuando lo hacemos
nuestros ojos huidizos y acuosos muestran angustiados sus sufrimientos y sus
penas. Te lo digo porque lo sé, porque lo he vivido, porque he estado en el
sufrimiento, como ahora puede que lo estés tú. Porque a mí también me cuesta
mirar a mis fantasmas y mis miedos a la cara, porque me cuesta salir de mi zona
de confort, porque también creo que lo he intentando todo y que nada ha
funcionado. Porque yo también me convierto y me regodeo en ser una víctima y me
lamento de que nadie me presta la atención suficiente o me comprende.
¿Y
sabéis qué? Que cuando aparece alguien que no te dora la píldora, que te pone
en tu sitio y te quedas al principio toda ofendida y dolorida, es cuando algo
dentro de ti decide que es momento de cambiar de vestido, colocarse los
pantalones vaqueros, una sudadera y salir a la calle para decir: “aquí estoy yo,
porque sigo existiendo, porque merezco mucho más de lo que me he dado a mí
misma y porque estoy dispuesta y lista para recibir todo aquello que el mundo o
el universo tenga para mí.”
A
eso es a lo que me refería cuando decía que no todos conseguimos ver hacia
dónde vamos cuando estamos inmersos en un cambio importante, solo somos capaces
de sentir el dolor del día a día, de ver que nada cambia y angustiarnos en la situación.
No somos capaces de ver más allá, de mirar de otra manera para ver de otra
manera y encontrar un modo de salir de donde estamos, porque cuando cambiamos
la perspectiva, el punto de mira, aparecen opciones que no habíamos sido
capaces de ver hasta entonces.
Hay
momentos en el proceso de mi vida y aprendizaje que lo paso muy mal. Que nadie
piense que soy capaz de escribir y transmitir lo que me decís que transmito en
todo aquello cuanto hago sin haber estado alguna que otra vez en mi propio
infierno, de hecho creo que lo visito con más frecuencia de la que a estas
alturas de mi vida debería. Sin embargo, suelo calmarme cuando recuerdo que yo
sabía que todo lo que pasa es por una razón y que cuando el miedo te paraliza y
no te permite seguir caminando la vida te empuja hacia donde sabe que has de
ir, y nosotros nos resistimos a ir por el camino que nos marca… supongo que
porque tenemos en mente otras cosas que nos pueden más que simplemente el hecho
de aceptar y fluir con lo que llega a nuestra vida. Las resistencias se pueden
convertir en un problema, porque hacen que todo se ralentice, de ahí que muchas
veces no veamos nuestra propia evolución y progreso y tengamos la sensación de
no avanzar. Cada vez que me resisto a aquello que interiormente sé que es, hago
que todo se pause y vaya más despacio. Aun así, no pasa nada, es mi vida, yo
decido el cómo y el cuándo, yo decido el ritmo, YO DECIDO. Y además me recuerdo
que el tiempo no es lineal, sino que se mueve en espiral a través de mí, desde
él puedo viajar a mi pasado para recordar qué ha funcionado y qué no y así no
seguir repitiendo la misma experiencia porque tengo la sabiduría de extrapolar
lo que sí ha servido y la oportunidad de cambiar aquello que no lo ha hecho
para salir de donde me lamento estar.
¿Lo explicamos de otra manera para
llegar al mismo sitio? A veces lo necesitamos para poder verlo mejor.
Vamos a imaginar a un hámster girando
en la rueda de su jaula. El hámster, quizá por aburrimiento o tal vez por diversión,
¡vete tú a saber!, se sube en su rueda y empieza a correr para que la rueda gire,
probablemente sin darse cuenta, cada vez va más rápido. Hay momentos en los que
el hámster no se apercibe que está dando vueltas una y otra vez y, corre y
corre creyendo que está llegando a su meta, pero no sucede nada porque la rueda
sigue girando sobre sí misma sin ir a ninguna parte. Bueno algo sí sucede, que el
hámster acaba agotado, sin energía y desgastado (aun así algo positivo ocurre,
el ejercicio le ha servido para controlar su peso, ¡siempre encontramos algo
positivo en aquello que pensamos que no lo es! ¡No lo olvides nunca!). Pongámonos
ahora en la tesitura de que en el mejor de los casos, el hámster sí se da
cuenta de estar girando en esa rueda y aunque en principio no sepa cómo pararla
para bajarse, es consciente que ha de hacer algo para cambiar su situación o
seguirá girando y girando irremediablemente. Si no hace nada, si sigue haciendo
lo mismo pese a ser consciente de que está girando en la rueda, no conseguirá hacer
ningún cambio, no podrá bajar de la rueda. Sin embargo, si decide hacer algo
diferente a lo que suele hacer, habrá gestado el principio del cambio. Cuando
nos hacemos conscientes de una realidad, aunque aún no sepamos cómo cambiarla,
ya ha comenzado a darse ese cambio que necesitamos, aunque sigamos subidos en
la rueda, la rueda ha dejado de girar del modo inconsciente en el que lo hacía y
cuando nos demos cuenta de ello, podremos bajar de esa rueda. Si no hacemos
algo diferente a lo que acostumbramos a hacer, nada cambia por sí solo. Si
estamos acostumbrados a actuar de una manera y no nos funciona, habremos de
cambiar la manera en la que actuamos para favorecer esos cambios que
necesitamos.
Además
de lo que ya te he contado, el propósito de este pequeño escrito es transmitirte
lo importante que es que te tomes unos minutos para ti misma si no lo has hecho
ya. Si aún no te has regalado unos minutos de tu propio tiempo, hazlo ahora. Deja
todo lo que estás haciendo y préstate atención durante un momento.
Todavía
estás a tiempo de regalarte la oportunidad de cerrar este ciclo que acaba, de
cerrar el año y todas sus vivencias, para poder dar comienzo a los nuevos inicios
que te están esperando sin dejar cosas pendientes de resolver. Y si hoy no
puedes disponer de ese tiempo, no pasa nada, no te agobies, lo haces mañana.
Para
cerrar bien tu año, te animo a hacer un pequeño balance de tu vida. ¿Es muy
complicado lo que te estoy pidiendo? Bueno, pues como estoy segura al 100% de
que la vida se encargará por sí misma de llevarte donde tengas cosas pendientes
que resolver, será suficiente con observar cómo has llevado este año o tal vez
los últimos meses o semanas. Presta atención a cómo te has sentido, qué metas has
alcanzado, qué cosas, personas, animales o situaciones te han hecho sentir
feliz y qué crees que has de cambiar en ti o en tu vida para que esa felicidad
no sea un momento efímero y externo, si no que provenga de tu interior y
dependa solamente de tu actitud. Que sea tu decisión, no el resultado de cómo tus
emociones son controladas por factores externos a ti.
Yo
creo que ahí radica la diferencia entre unas personas y otras. Están las que
permiten que los factores externos sean responsables de sus estados de ánimo y
por ende de su felicidad (y culpan a los demás de su infelicidad o
no-felicidad) y las que han aprendido a mirar dentro de ellas y decidir que la
felicidad es un estado interno al que se puede acceder libremente y la
convierten en su modo de vida. Vivir desde la felicidad es una decisión que hará
que internamente vivas en paz pase lo que pase en el afuera, pues si lo que
sucede tiene solución la encontrarás y si no la tiene habrás aprendido que no
merece tu energía ni tu felicidad poner esfuerzo en intentar solucionar algo
que no tiene sentido. Habrá simplemente que aceptarlo lo antes posible para que
puedas seguir en paz o si ya estás lo suficientemente ducho en ello, ni tan
siquiera haberla perdido.
¿Qué
es lo que te mueve, lo que te conmueve, lo que te hace sentir bien, lo que te
hace ser tú misma y disfrutar de ese estado de paz que sí es lo que eres?
Te
voy a dar unas instrucciones sencillas para que puedas hacer este ejercicio
altamente recomendable y profundamente sanador y reparador.
Necesitas
un poco de tu propio tiempo ¿crees que te lo podrás dedicar?, coge papel y
bolígrafo. Toma asiento en un lugar de tu hogar en el que te sientas cómoda
para hacer este ejercicio.
Divide
la hoja de papel en dos mitades o columnas, en una de ellas puedes escribir
como encabezamiento “logros”, “metas conseguidas”, “propósitos logrados”,
“cosas positivas de mi vida”… aquella palabra o “mini frase” que defina las
cosas buenas que han pasado en tu vida. En la otra columna escribirás las cosas
que consideras pendientes de conseguir los logros o propósitos que no has
conseguido, las metas no alcanzadas. Puedes titularla como “logros no
conseguidos”, “lo pendiente” o como tú desees.
Para
hacer este ejercicio, como ya hemos dicho, has de prestarte atención, hacer un
repaso al menos por los últimos meses o semanas de tu vida para ver dónde te
sientes bien contigo y dónde no. Debes además ser consciente de las alegrías de
tu vida, de todo lo positivo que hay en ella y las bendiciones que tienes cada
día. Anótalo, porque muchas veces no damos importancia a esas pequeñas cosas y
se nos olvida agradecer que estamos vivas y somos capaces de ver, oír,
olfatear, respirar, sentir... También puedes escribir aquello que te ha hecho
sentir bien y en paz contigo misma. Escribe momentos bellos, personas
especiales que has conocido, que te han inspirado o de algún modo te han
ayudado a dar lo mejor de ti misma o a convertirte en alguien mejor. Escribe
todo, sin dejarte nada, cualquier cosa por insignificante que pienses que sea,
pero que hace que esboces una sonrisa y sientas felicidad y cuando lo hayas
hecho, agradece por todo ello.
Una
vez que hayas terminado con las cosas positivas y los logros, haz la lista de
las negativas. De aquello que no has conseguido, de esas metas o propósitos que
no has alcanzado. ¿Ha sido tal vez porque no estaban a tu alcance
materializarlas? ¿Quizá no eran muy reales o cosas que pudieras alcanzar por ti
misma, o no has querido o podido salir de tu zona de confort para lograrlas? Si
las metas eran demasiado complicadas, prueba a hacer propósitos más reales, más
acordes con tu realidad, así cuando los consigas te sentirás plena y satisfecha
y no frustrada, ofuscada o deprimida por no ser capaz de lograrlas.
Rememora
alguna situación especialmente complicada, o alguna experiencia que se repita
en tu vida y no sabes cómo resolver para que no te afecte del modo en el que lo
hace. ¿Cómo intentaste solucionarla? ¿Desde dónde intentaste solucionarla,
desde el corazón, desde el amor, desde la rabia, desde la alegría, desde la
tristeza…? Todo esto es importante aunque no lo parezca. Einstein nos decía que
no podemos resolver un problema desde la misma mentalidad en la que este se
genera.
Pregúntate
qué patrones estás repitiendo para que se repitan las mismas situaciones, cómo
sueles resolver esas experiencias que solemos catalogar de negativas. ¿Qué puedes
cambiar en tu forma de actuar para que esas situaciones se solucionen? Porque
si sigues haciendo lo mismo que haces siempre y no cambias nada estarás abocada
a repetir la misma experiencia o a seguir en ella eternamente. Si quieres un
cambio, una solución, haz lo que no has hecho hasta ahora. Cambia algo de tu
mundo, de tu manera de enfocar y ver, aunque te cueste, aunque sea difícil,
atrévete a hacer un cambio, algo nuevo, algo diferente. ¡Confía en ti!
Pregúntate
también qué es lo que quieres o deseas conseguir en este momento y gesta un
plan de acción para lograrlo. Recuerda, metas pequeñas, que te hagan salir de
tu zona de confort para seguir avanzando, pero que sean acordes con tu realidad
para que sientas satisfacción y alegría al lograrlas. Y cuando consigas tus
propósitos, felicítate y siéntete orgullosa de ti misma.
Cuando
aprendemos a fijarnos en las pequeñas cosas que nos pasan y a agradecerlas, nos
vamos llenando de positividad y dejando atrás las quejas y los lamentos. Sin darnos
a penas cuenta habremos entrado en otra realidad, en la realidad del
agradecimiento y el amor y entonces diremos, solo con pensar en algo, el
universo ya me lo ha ofrecido.
Recuerda
también girar tres veces la cucharilla en tu primer café cada mañana con la
intención puesta en aquello que desees para ese día y si crees en ello dibuja
con tu dedo el símbolo de pentagrama (estrella de cinco puntas y círculo). Así te
centras en el día a día y todo será más llevadero.
Y
bueno, además de recordarte de nuevo que busques tu felicidad interna y que no
permitas que lo externo a ti te saque de tu centro, también quiero decirte que VIVAS
cada momento como si fuera ÚNICO, porque eso es lo que es lo que realmente es.
No olvides que a veces es necesario cerrar las puertas y ventanas de nuestro pequeño mundo para que se abran las del Universo entero y acceder así a un plano mayor.
¡Feliz 2020!
©Paqui
Sánchez
©Paqui
Sánchez