Emociones reconocidas, lecciones
aprehendidas.
Sé que es fácil
decirte que no permitas que las cosas externas a ti te afecten y muy difícil de lograr.
Sé que es muy complicado encontrar ese punto de equilibrio en el que somos tan conscientes de nosotros mismos que nada nos pueda hacer perder nuestra paz interior.
Sé que es
difícil no desilusionarse, no sentirse decepcionado por algunas personas o
situaciones en determinados momentos de nuestra vida.
Sé que es
difícil no sucumbir a la nostalgia y dejarse besar por la tristeza.
También sé que
a veces, solo algunas veces, nos envuelve un halo destructivo hacia nosotros
mismos que nos opaca el alma dejándonos desorientados, desnutridos y asolados.
Y lo sé porque
vivimos en un mundo real donde no dejan de pasar cosas para hacernos perder ese
equilibrio, para hacernos sentirnos decepcionados o sentir una tristeza enorme
cuando las cosas no se dan como a nosotros nos gustaría.
Sin embargo,
somos mucho más de todo eso que nos sucede. Todas esas emociones encontradas
nos están avisando que estamos vivos, que somos seres sintientes en continua
evolución y que esa espiral evolutiva de la que formamos parte sigue
ascendiendo y nosotros con ella.
No rechaces tus
emociones, ni lo que éstas te hacen sentir.
Te hago una
propuesta para ayudarte a conocerte mejor. Cuando una emoción llegue a ti, en
lugar de rechazarla, reconócela, ponle nombre y acéptala con amor. Forma parte
de ti, tanto si lo aceptas como si no. Si hoy se manifiesta es porque tiene
algo que contarte sobre ti mismo, sobre esa historia que vas escribiendo cada
día. Siempre eres tú, siempre es sobre ti, aunque el reflejo se muestre en la
persona o situación que tienes al lado o frente a ti. La historia siempre va
contigo, siempre es contigo, siempre eres tú. Eres tú quien ha de reconocer lo
que la persona o situación le hace sentir y permanecer en la observación
intentando eludir el juicio castigador hacia el otro o hacia ti mismo. Si caemos
en el juicio, estaremos desviando la atención de nuevo de nosotros mismos que
es donde debe estar. Y el ego sentirá que ha ganado de nuevo la batalla, cuando
ni hay batalla ni se trata de ganar, sino de equilibrar en nuestro interior los
balanceos que se producen fuera.
Entiendo que a
veces hemos de pasar por ese “juicio” porque es donde nos conduce de forma
automática la mente, que intenta eximirse de responsabilidades y culpas al
tener a otro a quien culpar. Entiendo que esto también es un proceso más que
forma parte de nuestro crecimiento personal y que es donde tu mente te empujará
siempre. Pero cuando eres consciente de ello, el proceso comienza a cambiar
poco a poco, hasta que te das cuenta que eres tú quien controla tu mente y no
al revés. Eso sucede cuando te haces consciente de que no hay que buscar las
respuestas en la acusación o crítica de la actuación del otro, sino ver qué te
ha movido o removido a ti ese comportamiento y cómo lo solucionas en ti.
No obstante,
esto no quiere decir que permitas el abuso hacia tu persona. Si lo que pueda
haber ocurrido vulnera a tu persona o a tu propia libertad, la situación te
estará indicando la necesidad de poner un límite. Recuerda que los límites no
tienen el porqué ser drásticos o destructivos, los límites amorosos son
aquellos que elegimos poner desde nuestro propio equilibrio interior y no desde
la rabia o la frustración del momento.
Creo que
estamos en un momento de la historia de la humanidad en el que hay que volver
la mirada hacia uno mismo y comenzar a trabajar con nuestros sentimientos y
emociones para redescubrirnos, reconectarnos y amarnos.
Y cuando no
puedas verte, pídele a quien más te ame que lea las señales de tu cuerpo y tu
alma para que puedas verte a través de sus ojos y respirar nuevamente la paz
que hallarás en ti.
El tiempo es
nuestro mejor aliado, pues es él quien nos ayuda a sanar y cerrar las heridas
que se van produciendo en nuestro caminar. Si al tiempo le sumamos, consciencia,
la sanación será mucho más rápida pues habrá una comprensión mayor de lo
sucedido. Si al tiempo y a la consciencia le sumamos amor, la sanación será
instantánea, pues el amor es el bálsamo que todo lo perdona y lo cura.
Ámate tanto
como puedas, cuanto más te perdones y más consciente seas de ti mismo, más
rápido será tu proceso de reconocimiento y reconexión. Cuanto más te ames, más
podrás amar y agradecer todo cuanto te rodea y que te hace, a su vez, recordar
el amor que eres cada día.
Cuando me amo,
nos amo.
©Paqui Sánchez
©Paqui Sánchez